La canción es un arte híbrido porque involucra elementos puramente musicales como la melodía, la armonía y el ritmo, y elementos propios de la literatura como pueden ser métricas, rimas, metáforas y argumentos. La música y la poesía tienen su historia, pero también este arte híbrido que es la canción tiene su historia y la historia de las cosas, aún sin ser jamás unívoca, es un elemento ineludible a la hora de producir presente, que es sin duda el antecedente fundamental de cualquier futuro. Nos encanta pensar que hacemos algo híbrido quizás porque como sudamericanas nos sentimos culturalmente mestizxs, quizás por antipatía a cualquier esencialismo conceptual, quizás porque sentimos que hay mayor libertad de acción y de existencia en un campo híbrido que en uno puro, marmóreo, cerrado.

Cuerpas híbridas, cultura marginal, ánimo cuestionador, deseo disidente, alegrías herejes, identidades en construcción, deconstrucción de estereotipos… nosotras sentimos que nuestro trabajo en BIFE nos da la posibilidad de explorar todo lo que nos gusta de la vida. Y también lo que no nos gusta. Podemos festejar, ironizar, imaginar, compartir y denunciar. Porque aunque la canción sea un arte híbrido, la canción es una forma de discurso y como tal puede ser formulado de un modo que nos represente y a la vez se inserte en la realidad, transformándola.

Cuando los rioplatenses hablamos suena tango. Suena el tango aunque no queramos porque el tango fue construido sobre la manera que tenemos de hablar las personas que vivimos alrededor del Río de la Plata. Buenos Aires huele a eso, sus calles, sus costumbres, huele a esas melodías, a esos cortes, a esa manera de poner la garganta y pronunciar las vocales y las consonantes. Pero el tango tuvo una época gloriosa y unos superhéroes, y ese tango reflejó una ciudad, unas costumbres y una idiosincrasia con la que muchxs de nosotrxs, rioplatenses y todo, no nos sentimos identificadxs.

El tango de 1940 no es el tango de 2016, porque en los cuarenta no había Internet por ejemplo, y porque ahora no tenemos más ganas de cantar odas al feminicidio donde el macho le encaja treinta y cuatro puñaladas a una mujer por celos, y el público aplaude. No tenemos ganas de enunciar un sujeto resentido que le canta a su ex que no la rompe de un tortazo por no pegarle en la calle. Ni llorar ingenuamente el amor de la mamá. Ni que siempre hable un hombre, desee un hombre (que si llora, llora como una mujer). En realidad ni siquiera tenemos ganas de reproducir el binarismo de género que nos parece una construcción cultural opresiva. Queremos cantar el mundo que se nos ocurre, el que sentimos y el que soñamos y queremos hacerlo con nuestra voz, con esta que aprendimos en casa, y esa voz suena a tango, qué le vamos a hacer.

Tampoco solamente tango. Pero también porque nos parece un poco hipócrita, hoy en día, con la lluvia de información que nos cae desde todos lados pretender ser ajenos a algo, a alguna influencia. O no. Quizás no es hipócrita pero a nosotras nos divierte más poner en la parrilla todas las verduras que trajimos en la bolsa del mercado: y si es cierto que hablamos tango también es cierto que bailamos cumbia y escuchamos pop, y nos cabe el punk y la bossa y la chacarera.

Nos da mucho placer ejercer el poder de apropiarnos de diversos géneros y reproducirlos irresponsablemente en nuestrxs cuerpxs, en nuestras voces, desde nuestras experiencias. Es el ejercicio de una impunidad que nos permite proponer mundos alternativos donde nadie sienta el derecho ni la obligación de agredir a otre por sus propias limitaciones como ser la posesividad sobre el cuerpo ajeno, la incomprensión de los deseos o la autopercepción identitaria de otra persona, etc. Probablemente estemos para siempre excluidos de los círculos tradicionalistas de cada género por obrar así, del tango por ejemplo, pero eso no nos angustia. Quien excluye se aísla, y nosotras estamos más interesadas en la inclusión, en la diversidad, en lo complejo.

Lo queer para nosotrxs es la disidencia, la molestia y la crítica a un sistema hegemónico que nos oprime con dispositivos como el género binario obligatorio, la identidad política y social basada en criterios eugenéticos, los roles fijos de género, Dios, el Bien, el Amor. Poner en discusión conceptos sagrados y naturalizar deseos sacrílegos para el sistema heterociscapitalista blanco y macho, ese es el juego que se propone BIFE, un juego que quiere ser jugado en fiestas, bailando, riendo, protestando, bebiendo, abortando y ayudando a abortar a quien así lo decida, teniendo sexo, teniendo sexo grupal, conversando, denunciando los abusos del poder, organizándonos. Pero dijimos bailando, y dijimos riendo y eso es muy importante para nosotres. Porque una vida más libre, más social y políticamente activa, disidente y contra hegemónica no tendría poder sin la alegría de los afectos enérgicos, la diversión, la picardía, la complicidad. Nuestra tristeza es la victoria de un sistema que nos necesita derrotadxs antes de empezar. BIFE quiere poder bailar, reír y pensar, protestar y organizarse en la plenitud de las potencias eróticas y creativas. Esa es nuestra intención, a partir de la cual hacemos lo que hacemos. Y estamos muy contentas.

El tango es algo que nos vino con el cuerpo, con la lengua, por nacer acá en Buenos Aires. Nosotras lo cantamos hoy, con todo lo que somos y sentimos.

Bife es una banda argentina integrada por dos bomboncitxs de sexo neutro, Ivanna Colonna Olsen y Diego Fantin, que se autodefinen como “una banda autogestiva, sugestiva y digestiva”. Un dúo que disfruta y hace disfrutar cuestionando los convencionalismos del panorama musical latino mezclando estilos y ritmos como les place, desde la cumbia al tango, con letras mordaces y aliño punk. Con sus canciones originales o sus originales versiones, siempre con una puesta en escena que invita a la fiesta y a la desinhibición, nos ofrecen temas que hacen “reír, pensar y bailar al mismo tiempo”. Escuchar su primer disco Con amor (2014) y su última obra, Toda (2016), permite a cada oyente caminar libremente por sus pistas para sorprenderse a su gusto y sumergirse en las aguas del amor no convencional, que Bife siempre reivindica con respeto y con mucho humor.
https://bife.bandcamp.com/

En el transcurso del año 2006 se creó un espacio de enseñanza y práctica en el cual se busca explorar nuevas formas de comunicación entre los bailarines de tango. En medio de otras propuestas que intentan diversificar la escena del baile del tango a partir de iniciativas corporales diferenciadas, la propuesta de tango-queer focaliza su mirada en el aspecto social-comunicativo de la danza dejando en un segundo plano el interés por los movimientos. Como lo postulan los estudios queer, la idea es promover la no discriminación y aceptación del otro (cuerpo). En este sentido, la propuesta de enseñanza no presupone la orientación sexual de quienes bailan ni la obligación por ocupar determinado rol en la pareja, el de guiar o ser guiado, asignación que comprendía en el tango hasta el momento roles fijos para el hombre y la mujer respectivamente, es decir que la comunicación entre los bailarines deja de estar fijada al sexo de quienes bailan, creando la posibilidad de bailar tango sin adscribir a las normas sociales del tango tradicional. De este modo, gais, lesbianas, bisexuales y transgénero cuestionan el rol social de la dinámica sensual del tango, facilitando la posibilidad de explorar a través de la danza nuevas formas de comunicación. Lo que aparece como emergente es que el rol de guiar no esté determinado ni por lo masculino ni lo femenino.

La bailarina y profesora argentina Mariana Docampo Falcón, junto a bailarines y bailarinas de diferentes partes del mundo, plantean la relación del tango con la teoría queer, siendo las organizadoras del Festival de Tango Queer de Hamburgo 4 las primeras que otorgaron visibilidad a este movimiento. Mariana comenzó a dar clases bajo esta iniciativa corporal en el bar Simón en su Laberinto, situado en la zona de San Telmo en la ciudad de Buenos Aires y actualmente realiza sus clases en el espacio Buenos Aires Club 5. Además se realizan en dicha ciudad fiestas de tango queer que no poseen una fecha y un lugar definido, son eventos de carácter más íntimo a los cuales asisten bailarines que generalmente se conocen entre sí e interactúan junto a otras intervenciones artísticas como performances o proyecciones de películas. El antecedente de la iniciativa lo constituye la milonga gay La Marshall inaugurada en el año 2002 donde sin proponerse previamente una intención en la modificación de la comunicación corporal, fue el escenario de las transformaciones de los códigos sociales vigentes en las milongas tradicionales. De la conjunción de Mariana Falcón y los organizadores de La Marshall, Augusto Balizano y Roxana Gargajo, se realizó del 26 de noviembre al 2 de diciembre del año 2007 el primer Festival de Tango Queer en Buenos Aires.

María Mercedes Liska
Etnomusicóloga, egresada del Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla”, Máster en Comunicación y Cultura y doctora en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Desde el Año 2008 trabaja en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el área de Sociología de la Cultura. También ejerce como docente en las materias “Transcripción y Análisis musical II” y “Etnomusicología Latinoamericana y del Caribe” del profesorado en Etnomusicología (CSMMF). Sus temas de investigación están enfocados al estudio del tango relacionado con los conceptos de corporalidad, género, y cultura popular. María Mercedes Liska “El cuerpo en la música. La propuesta del tango queer y su vinculación con el tango electrónico” Boletín Onteaiken Nº 8, Octubre 2009.

Enlaces de interés:
www.tangoqueer.com
https://lamarshallmilonga.com.ar