En fechas recientes un editorial del New England Journal of Medicine resaltaba algunos de los factores que están detrás de la crisis de la epidemia del ébola. La prestigiosa publicación contextualizaba la epidemia en la “desintegración de los sistemas de salud en los países afectados” y en la “crisis total” en la que vive su “sociedad civil”. El turismo, los desplazamientos, la prostitución, la explosión demográfica, el hacinamiento y la urbanización crecientes, las desforestaciones y desertificaciones, el cambio climático, … entre otros factores han dado lugar a que “nuevos virus estén siendo literalmente exprimidos de su ecosistema al originarse el contacto entre los animales que los portan y el hombre, lo cual en condiciones ecológicas normales difícilmente sucedía”. De este modo los patógenos como el virus del ébola o antes el del VIH causante del sida generalmente pasan de los animales a los humanos. Un proceso llamado zoonosis .

En el caso del VIH, aunque siguen existiendo partidarios de las teorías conspiratorias que sostienen su creación en laboratorio, la comunidad científica mayoritariamente comparte hoy que el origen radica en los chimpancés africanos. Más en concreto en una subespecie endémica en el sur de las selvas camerunesas. Esta es una de las conclusiones de una investigación internacional publicada este mismo año en la revista Science, en la que han colaborado científicos de diversas universidades encabezadas por las de Oxford y Lovaina. Y entre quienes también figura un español, David Posada, de la Universidad de Vigo.

Según demuestra su trabajo, basado en la ardua labor de reconstruir la historia genética del grupo M del VIH-1, el subtipo más común en todo el mundo de los diversos existentes que popularmente simplificamos en una única categoría general (virus de inmunodeficiencia humana), el origen de la pandemia del Sida consecuencia de dicha infección se data en 1920 en la capital de la República Democrática del Congo, Kinshasa (hasta 1966 conocida como Leopoldville y nombrada capital de lo que fuera el Congo Belga en 1929).

En esta ciudad comenzó lentamente la transmisión entre humanos, acelerándose el proceso desde 1960 cuando se produjo una concurrencia de factores entre los que se incluyen el crecimiento urbano, el desarrollo de infraestructuras ferroviarias durante el gobierno colonial belga y cambios en el comercio sexual, que se combinaron para que el VIH se extendiera, primero por África y después por todo el planeta. “Se trata de circunstancias externas al virus, que se deben a factores demográficos y sociales más que genéticos del patógeno”, subraya el científico vigués.

Según dicho estudio la primera transmisión se dio en el sur de Camerún, donde se han localizado las cepas de VIH más similares al grupo M. Un territorio en el que seguramente algún cazador de chimpancés fue el receptor del primer virus en humanos. La explotación de caucho y marfil fomentó la circulación fluvial entre la ciudad congoleña y esta zona del sur de Camerún a lo largo del río Sangha. También fue el vehículo que transportó el virus hasta Kinshasa. Tuvo que pasar una década para que las cepas pandémicas se desplazaran al norte del país lo que se explica por la menor frecuencia de desplazamientos en ese sentido. El virus viajó, sobre todo, en tren, medio de transporte más utilizado en el país. Más de 300.000 pasajeros lo usaban al año en 1922 y la cifra ascendía a más de un millón en 1948. Los destinos eran, sin duda, atractivos: Mbuji-May, segundo productor mundial de diamantes y Lubumbashi, sede de numerosas minas de metales preciosos.

También esta investigación liga la expansión del virus a comportamientos humanos dirigidos a preservar la salud pública. En concreto, apuntan a que el crecimiento exponencial de la propagación del VIH, que se observó a partir de la década de 1960 (coincidiendo con un aumento de los movimientos demográficos), está relacionado con el uso de jeringuillas no esterilizadas para prevenir enfermedades de transmisión sexual, que habían aumentado por el incremento en clientes de la prostitución en la zona.

La prevalencia de pacientes haitianos llevó a sospechar a otro equipo de científicos, dirigido por el investigador de la Universidad de Copenhague Thomas Gilbert, que este país jugó un papel clave en la llegada del VIH a América desde África. Así lo demostraron en un estudio publicado en 2007 en la revista PNAS, que explicó cómo el virus viajó al país centroamericano después de que el Congo Belga se hiciera independiente, y de que la mayoría de los europeos lo abandonaran. Haití ayudó al país africano, enviando profesores que trajeron a su regreso al estado isleño al VIH. Además, tras la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba, Haití se convirtió en un destino de turismo sexual (tanto hetera como gay) para el cercano EEUU, lo que facilitó la introducción del virus en este país.

Un mensaje que quieren dejar muy claro todos los investigadores es que, aunque el VIH se conoció por primera vez tras las primeras infecciones en pacientes estadounidenses en los años ochenta, llevaba décadas instalado en el continente africano. La gente moría de sida sin que nadie lo supiera, como también el virus del ébola ha tardado en ser objeto de preocupación en Occidente. La alarma se dispara cuando se produce el primer caso en un lugar como España, mientras en África mueren a decenas.

Entre ambos, el virus del ébola y el del VIH, hay enormes diferencias, sobre todo en el mecanismo de acción, pero también numerosas similitudes, como su origen. Está demostrado que los dos surgieron en el África subsahariana. La Organización Mundial de la Salud, tuvo conocimiento del ébola en 1976 con dos brotes simultáneos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo, entonces Zaire).

También la lucha contra el ébola requerirá dotarse de herramientas similares a las que se utilizaron para enfrentar al SIDA. Centradas no únicamente en el hallazgo de tratamientos efectivos para combatirla. Sino en mirar hacia un horizonte más amplio, en considerar la enfermedad en relación a los condicionantes relacionados con la precarización y la vulnerabilidad de los derechos humanos, sociales, económicos y ecológicos que sirven de caldo de cultivo a la expansión y virulencia de los nuevos patógenos. Mantener esa situación en amplias zonas del mundo hará que nos ataquen unos u otros males, llámense gripes aviares. Porcinas, enfermedad de vacas locas, VIH o ébola. Son el boomerang que cada día nos permitimos lanzar con nuestra indiferencia y que nos devolverá sólo miedo y muerte.

Óscar Arroyuelo
mailoarroyuelo@gmail.com