Me gustaría discutir, a partir de datos de encuesta, dos afirmaciones de uso común en relación con la imagen social de la mujer lesbiana. En primer lugar, las mujeres lesbianas serían socialmente menos visibles que los varones homosexuales. Quien defiende esta postura nos recuerda, con buen criterio, la menor presencia de mujeres lesbianas en la esfera pública, que se habla/hablamos menos de ellas, que no se las recuerda en momentos clave. En segundo lugar, se tiende a lamentar que las reclamaciones de las mujeres lesbianas son vistas con mayor hostilidad que aquellas defendidas por varones homosexuales. Tienen menos presencial social y, además, peor prensa.
El argumento, muy frecuente en circuitos académicos, insistiría en las desfavorables consecuencias en términos de imagen social asociadas al peor estatus socio-económico de las mujeres lesbianas respecto a los varones homosexuales y, también, a la menor capacidad de influencia en los agentes que generan opinión.
Antes de comenzar, permítaseme insistir en la dificultad de analizar las actitudes sociales hacia la diversidad sexual en España. No contamos con el tipo de encuestas de opinión pública, en su definición de indicadores o población representada, que necesitaríamos para abordar esta tarea con la necesaria sofisticación.
Aquí resumiré los mejores datos que podemos traer a colación para debatir sobre estas importantes preguntas, pero reconociendo siempre que son un punto de partida. Nada más (ni nada menos).
El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es el principal encuestador que existe en España. Sus encuestas, generalmente fiables y de buena calidad, han abordado en varias ocasiones cuestiones importantes para el colectivo lgtb en áreas como el acceso a los derechos civiles, la legitimidad moral de determinados estilos de vida, o incluso a la predisposición individual a relacionarse con personas homosexuales. A la vista de las encuestas disponibles (que son de acceso público y gratuito), podemos afirmar que el colectivo lgtb “cae bien”. Acudiendo a datos de 2007, por ejemplo, el 60% de la población sentía, al menos, bastante simpatía por las personas gays y lesbianas (así se formulaba la pregunta), mientras que únicamente el 8% sentía declarada antipatía. Las personas gitanas o las personas musulmanas tenían peor imagen. En contra de lo que pudiera pensarse, la imagen social del activismo lgtb es, también, relativamente buena. Recurriendo a datos de 2010, sabemos que no más de un 30% de la población siente declarada antipatía hacia las “organizaciones de gays y lesbianas”. Cierto que este porcentaje es un poco superior al referido a la evaluación de las personas lgtb; no obstante, por lo general, la sociedad española es bastante crítica con diversas formas de asociacionismo (comenzando por los partidos políticos), y su valoración del activismo lgtb es mejor que la referida a otras formas de acción colectiva, como las organizaciones religiosas.
Pero no estamos avanzando mucho, ¿no? Me hago cargo que el lector se preguntará: “¿no podemos diferenciar entre lesbianas y gays en este repaso de las actitudes sociales?”. Desde luego, ¿Cómo saber si las mujeres lesbianas gozan de visibilidad y/o estima social si no se formulan preguntas que las diferencien de los varones homosexuales? Por desgracia, no son muchas las ocasiones en que tal diferenciación ocurre, y en ningún caso cuando las encuestas representan a la población en su conjunto. El único consuelo lo podemos encontrar en el reciente estudio centrado en personas jóvenes, encargado por el Instituto de la Juventud, y que el CIS tituló: “actitudes de la juventud hacia la diversidad sexual”*. Reconociéndose de partida las limitaciones de una encuesta que no representa al total de la población (considera únicamente a la población entre 15 y 29 años), podemos sin embargo prestar atención a alguno de los indicadores con vistas a esbozar propuestas que, con suerte, pudieran ser comprobadas en el futuro para el conjunto de la población.
*Estudio CIS #2854, de 2010.
Esta encuesta nos permite indagar en la visibilidad social diferenciada entre hombres y mujeres homosexuales; y también, aunque de forma mucho más parcial, en la cuestión de los posibles sesgos valorativos en contra de las mujeres lesbianas. En relación con el primer tema, el estudio no arroja dudas: las mujeres son mucho menos visibles que los hombres. Sin excepción, los jóvenes españoles tienen muchos menos problemas en identificar a varones homosexuales como habitantes de sus vidas personales y laborales. Por ejemplo, que más del 50% de los jóvenes afirmaba tener a un amigo homosexual, únicamente el 37% afirmaba tener a una amiga lesbiana. La distancia es aún más pronunciada en el entorno educativo: si un 36% de los jóvenes tenía constancia de la homosexualidad de alguno de sus compañeros de clase varones, únicamente el 18% podía decir lo mismo en relación con las chicas lesbianas. La misma relación, cerca al 2/1, se encuentra cuando se interroga por la sexualidad de los compañeros y compañeras de trabajo, el vecindario o, también, la familia: la existencia de mujeres lesbianas en los diferentes mundos sociales es mucho menos reconocida que en el caso de los varones homosexuales. Esta asimetría en la visibilidad no podía escapar a la esfera de lo público: el 85% de los jóvenes españoles es capaz de identificar a un hombre con proyección pública que sea homosexual (personaje histórico, político, etc). Pero únicamente el 52% podía recordar una personalidad pública femenina que fuera lesbiana.
Por lo tanto, ante la primera de las preguntas: si, las mujeres lesbianas parecen ser menos visibles que los hombres. Tal y como han denunciado activistas y expertas, las mujeres lesbianas acceden con menos fortaleza al espacio público y esto se traduce en una sociedad ignorante en buena medida acerca de sus necesidades, posibilidades, problemas y, con frecuencia, ajena a su propia existencia. Conocer las razones de esta asimetría es una tarea muy importante que, por desgracia, excede las posibilidades de este artículo; pero sospecho que la explicación tendrá que construirse a partir de varios ingredientes, entre los que figurarán, sin duda, el diferente acceso de hombres y mujeres a las agendas públicas, al poder económico y político, y, en clave más general, a los mecanismos sociales que arbitran recompensas y castigos. Habrá que confirmar alguna vez, además, si es verdaderamente cierto que el porcentaje poblacional de mujeres lesbianas es menor al de varones homosexuales (cosa que, desde mi punto de vista, no tienen ninguna lógica). Pero, ¿y la segunda pregunta? ¿Existen datos para afirmar que, además de ser invisibles, sufren las mujeres lesbianas maltrato en su imagen pública? Por desgracia, la información existente en este terreno es mucho menos concluyente. Lo único que sabemos es que, y a tenor de esta misma encuesta, los jóvenes españoles no creen que las lesbianas vayan a sufrir más hostilidad que los chicos gays en el caso de que optaran por salir del armario. Padres y madres, opinan los jóvenes, reaccionarán de idéntica manera con independencia de que sea su hijo, o su hija, quien haga pública su homosexualidad. No es esta la mejor manera, sin duda, de examinar la estructura de prejuicios, estereotipos y (des)informaciones que pueden distorsionar la imagen social de la mujer lesbiana. Otras preguntas serían necesarias y, además, tendríamos que considerar a la población en su conjunto. No obstante, quiero creer que las opiniones de estos jóvenes reflejan, o pueden reflejar, las consecuencias positivas de años de activismo y lucha que han contribuido a nuevas formas de vivir, pensar y reaccionar ante la homosexualidad. Quizás, y solo quizás, nuestros jóvenes viven ya en un modelo de representación pública de lesbianas y gays que no perjudica de plano a las primeras pero que, sin duda, ha de mejorar aún con políticas e iniciativas que contribuyan a la efectiva visibilidad de la mujer, en pie de igualdad con los hombres gays.
Kerman Calvo
Profesor de Sociología, Universidad de Salamanca
http://diarium.usal.es/kerman/presentacion/
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