Amnistía Internacional – Violencia contra personas LGBTI – Parte LGBTI del Informe de Túnez en español
4. VIOLENCIA CONTRA PERSONAS LGBTI
“En Túnez si eres gay, vives bajo control policial”, estudiante gay de 20 años hablando para Amnistía Internacional (AI).
Una percepción ampliamente extendida es que las relaciones entre personas del mismo sexo son toleradas en Túnez siempre y cuando no se exhiban en público. Sin embargo, la realidad es que las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexo (LGBTI) se enfrentan a discriminación, viven en miedo constante a ser arrestados y son particularmente vulnerables a la violencia debido a su orientación sexual o identidad de género, ya sea real o percibida.
Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo están criminalizadas bajo el Artículo 230 del Código Penal, sentenciadas con 3 años de prisión por “sodomía y lesbianismo”. La verdadera escala de aplicación de este artículo es desconocida. Algunos activistas han dicho a AI que la legislación nunca se aplica para perseguir a mujeres lesbianas y que en el caso de hombres gays no es sistemática. Damj, trabajador de una ONG en derechos de minorías, incluyendo a las personas LGBTI, documenta aproximadamente unos 60 arrestos de hombres gays cada año, aunque no está del todo claro si todos estos arrestos se llevan a cabo sólo por verse envueltos en actividades entre personas del mismo sexo. En la mayoría de los casos la duración de la sentencia oscila entre 6 y 18 meses en prisión, siendo a veces reducida por apelación. Según Damj, desde 2008 sólo ha habido un caso conocido en el que un hombre acusado de relaciones consensuadas entre personas del mismo sexo fuera sentenciado a dos años de prisión, y un caso no confirmado de una sentencia máxima de 3 años contra dos individuos. Otros cosas pueden no haber sido reportados.
El 28 de septiembre de 2015, el entonces Ministro de Justicia Mohamed Salah Ben Aissa hizo una llamada pública para la descriminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo. Declaró que el Artículo 230 viola el derecho a la vida privada y a las libertades y elecciones personales, incluyendo las sexuales, que garantiza la Constitución. Su declaración fue incitada por una campaña –dirigida por grupos LGBTI y apoyada por las principales organizaciones defensoras de los derechos humanos en Túnez- pidiendo la liberación del joven de 22 años conocido como “Marwan”, que había sido sentenciado a un año de prisión por tener relaciones con una persona de su mismo sexo después de haber sido sometido a un examen anal para obtener “prueba” de que había realizado sexo anal. El Ministro de Justicia también hizo un llamamiento a la sociedad civil para trabajar en favor de la revocación del Artículo, dando esperanza a las personas LGBTI de Túnez. Esta esperanza fue pronto apagada cuando, días después, el Presidente Béji Caïd Essebsi declaró que las declaraciones del Ministro no reflejaban la posición del estado y que el Artículo 230 no sería revocado. Esta declaración muestra cómo las relaciones entre personas del mismo sexo siguen siendo un tabú social en Túnez.
CRÍMENES DE ÓDIO
El impacto de estas leyes llega más allá del riesgo constante de arresto y persecución. No sólo viola los derechos de las personas LGBTI a la privacidad y a la no discriminación, sino que también favorece la violencia contra ellos y crea un ambiente permisivo para crímenes de odio homofóbicos y transfóbicos así como para el acoso y la intimidación por miembros de la familia y otras personas de la comunidad. La violencia puede ser ignorada más fácilmente porque es menos probable que las personas LGBTI acudan a la justicia y alcen la voz sobre estos abusos por miedo a ser detenidos.
Según Damj, desde 2011, se cree que 15 hombres, incluyendo cuatro extranjeros, han sido asesinados en crímenes de odio. La organización ha documentado aproximadamente 80 casos al año de violencia motivada por el odio contra personas LGBTI debido a su orientación sexual o identidad de género, reales o percibidas, pero declara que no es difícil que el verdadero número sea mucho mayor. La naturaleza homofóbica de estos crímenes no suele ser reconocida públicamente, lo cual sólo da valor a los perpetradores para llevar a cabo nuevos actos violentos.
Algunos activistas han contado a AI que, en muchos casos, la violencia contra las personas LGBTI es llevada a cabo por grupos de jóvenes, sospechosos en algunos casos de estar afiliados a grupos salafistas. Tal violencia homofóbica parece haberse incrementado desde 2011. Según los activistas, esto ha hecho que muchas personas LGBTI den el paso a salir de Túnez y buscar asilo en el extranjero.
Los supervivientes entrevistados por AI relataron haber sido asaltados en las calles, en sus hogares o en el trabajo, en algunos casos en varias ocasiones por los mismos grupos. Decían que fueron golpeados repetidamente y habían sufrido abusos verbales. En algunos casos, sufrieron intentos de asfixia o quemados con cigarrillos. Aquellas personas abiertamente gays o lesbianas y los activistas LGBTI han informado enfrentarse a insultos y acoso constantes, y dicen que han llegado a recibir amenazas de muerte o de daño en persona o a través de los medios de comunicación. A la pregunta de si reportaron estos abusos a la policía, la mayoría explicó ser reacia a reportar la naturaleza homofóbica del crimen por miedo a ser arrestados o procesados. Aquéllos que tuvieron el valor de hacerlo fueron en muchos casos más victimizados por la policía y les dijeron que habían sido responsables de despertar la violencia contra ellos mismos.
La búsqueda de la justicia para muchas personas LGBTI supervivientes de la violencia sexual y basada en el género es especialmente difícil, puesto que no pueden confiar en tener el apoyo de sus familias. De hecho, sus familias normalmente les rechazan, les someten a violencia o simplemente menosprecian su sufrimiento diciéndoles “asimílalo” o “asume la responsabilidad de tus actos”.
ARRESTOS SIN PRUEBAS
Los hombres gays en Túnez son frecuentemente arrestados sin pruebas de que hayan tenido relaciones con otros hombres, y casi nunca son cogidos en el acto. En lugar de esto, la mayoría de los arrestos se producen en base a estereotipos de género, como la apariencia o el comportamiento, siendo los más atacados los hombres afeminados y las mujeres transgénero. Aquéllos entrevistados por AI dijeron que es bastante habitual que la policía interrogue, acose y detenga a dos hombres sentados en un coche o caminando por la calle en un área conocida por ser frecuentada por hombres gays. En muchos casos, los hombres gays que encajan en las normas establecidas de masculinidad son liberados, mientras que aquellos considerados afeminados son detenidos.
Un joven de 25 años describió su arresto a AI: En algún momento durante el Ramadán en 2014, estaba en Túnez con un amigo. Estábamos cerca de la Plaza Pasteur, que es conocida por ser un punto de encuentro de hombres gays. La policía vino y empezó a hablar con nosotros. Nos preguntaron si estábamos trabajando y luego empezaron a cachearnos. Cogieron el teléfono de mi amigo y empezaron a mirar sus fotos. Vieron una foto suya desnudo con maquillaje. Le quitaron el teléfono y nos llevaron a una comisaría cercana. En la comisaría, me abofetearon dos veces y pegaron a mi amigo. Nos insultaban a ambos. Mi amigo terminó siendo detenido durante 1 mes. Tuvo que sobornar a la policía para que no siguieran molestándole.
Los hombres acusados de estar involucrados en relaciones consensuadas entre varones son sujetos rutinarios de exámenes anales por médicos. La prueba es normalmente ordenada por un juez en un intento de encontrar “prueba” de sexo anal. No existe base científica para estos exámenes y constituyen una forma de tortura y otros malos tratos cuando se realiza de forma no consentida. AI cree que los exámenes anales forzosos contravienen la ética médica recogida en la Declaración de Ginebra de la Organización Mundial de la Salud y los Principios de Ética Médica de la ONU Relevantes para el papel del Personal Sanitario, particularmente Médicos, en Protección de Presos y Detenidos contra la Tortura y otro trato cruel, inhumano o degradante.
En septiembre de 2015, el Consejo Nacional de Médicos Tunecinos, que controla el respeto a la ética médica en Túnez, lanzo una investigación del caso de Marwan (ver más arriba) y condenó cualquier examen o exploración forense sin base científica llevado a cabo sin el consentimiento de la persona examinada. La policía judicial en Hammam-Sousse había convocado a Marwan para un interrogatorio el 6 de septiembre después de que los oficiales encontraran su número en el teléfono de un hombre que había muerto. Según el abogado de Marwan, él confesó haber tenido relaciones homosexuales con el hombre después de que la policía le abofeteara y le amenazara con violarle y acusarle de un asesinato que no había confesado. El 11 de septiembre, Marwan fue sometido a un examen anal forzoso por el departamento forense en Hospital Farhat Hached en Sousse por petición del tribunal.
En teoría, el sujeto puede oponerse a la exploración, pero los activistas dicen que la mayoría de los hombres desconocen sus derechos y se siente presionados a aceptar la prueba. Habitualmente son intimidados por la policía y les dicen que su negativa podría ser utilizada como prueba contra ellos.
Las personas transgénero se enfrentan a un riesgo adicional de arresto y acusación bajo leyes que criminalizan la indecencia y los actos considerados como ofensivos para la moral pública.
Una mujer transexual comentó a AI que fue arrestada bajo sospecha de estar involucrada en relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, pero que acabó siendo sentenciada a seis meses de prisión por ofensa de la moral pública cuando el examen anal no “probó” que hubiera tenido sexo anal. Dijo a AI que el 20 de octubre de 2012 caminaba por la calle vestida con una falda en el barrio La Marsa en Túnez cuando un agente de policía pasó por la zona y comenzó a acosarla. Ella le rechazó, lo que llevó a que el policía le pidiera la tarjeta de identificación. Cuando descubrió que había nacido como hombre, la arrestó inmediatamente. Su apelación a la sentencia fue rechazada a pesar de que su identidad de género era conocida y aceptada por su familia y su comunidad. Cumplió su condena íntegra en una cárcel masculina.
En 2012, Slim, que se define como travesti, fue sentenciado a seis meses de prisión por ofender la moral pública (posteriormente se redujo a dos meses tras la apelación). Declaró a AI que fue arrestado porque iba vestido como una mujer mientras iba sentado con otro hombre en un coche. Explicaba que: Simplemente íbamos sentados en el coche, sin hacer nada, pero como mi pelo era mucho más largo entonces e iba vestido como una mujer, aquello fue considerado como contra la moral. Si la policía hiciera una redada en tu casa y te pillaran mientras estas vestido de mujer, te arrestarían. Se consideraría como en contra de la moral. La policía me insultó y en prisión sufrí muchas palizas.
EL FRACASO DEL ESTADO EN LA PROTECCIÓN
El fallo de las autoridades para investigar correctamente y castigar los crímenes por motivos de odio homofóbicos y transfóbicos de forma indiscriminada mina la confianza de las personas LFBTI en la habilidad y voluntad del estado por protegerlos. Como resultado, es menos probable que denuncien los crímenes, lo que al final potencia la impunidad.
Sharky, una lesbiana de 25 años de Túnez que sufrió al menos ocho asaltos homofóbicos en el periodo de nueve años, decidió irse de Túnez y solicitar asilo después de perder toda la esperanza de que el sistema de justicia criminal la fuera a proteger de los abusos y que los responsables pagaran. El primer incidente sucedió cuando tenía sólo 16 años. Cuando fue a denunciarlo a la policía, se enfrentó a la discriminación y la culpa por su apariencia. Relata. Llevaba patalones cortos y una camiseta y llevaba el pelo rapado por entonces. Un chico vino y me dijo que no le gustaba mi look. Me dijo “¿Qué pasa contigo? ¿Eres un chico? ¿Te gustan las chicas?”. Iba sentado en su coche bebiendo una botella de cerveza. Salió del coche y me golpeó con ella. Fui a la comisaría a poner una queja pero me preguntaron por qué estaba en la calle vestida así. Me dijeron que volviera a casa. Me fui y me curé yo sola las heridas.
Seis meses después, Sharky fue apuñalada en el flanco izquierdo por el exnovio de su novia. Fue a ver a una enfermera, pidió antibióticos y tuvo que tratarse en casa de nuevo. A los 19 años, el hermano de su novia le hizo un corte en el estómago, acusándola de “convertir a su hermana en una lesbiana”. A pesar de conocer la identidad de los autores en ambos casos, no denunció los asaltos por miedo a ser arrestada. Su falta de confianza en la policía era tal que decidió no denunciar tampoco un nuevo asalto, esta vez a manos de un grupo de tres hombres en el centro de Túnez en 2014. Solo cuando sufrió otro ataque serio decidió buscar justicia, sólo para encontrarse con un fallo del sistema de nuevo. Continua: El quinto asalto ocurrió el 10 de marzo de 2015… Caminaba cerca de una estación de metro y sentí a alguien pegándome en la espalda. Se me cayó la mochila y caí sobre mi estómago. Había tres hombres pero no pude ver sus caras. Me llevaron a un callejón muy oscuro. Mientras me pegaban uno de ellos dijo que lo sentía y se marchó. Los otros se quedaron y siguieron golpeándome. Sentía algo metálico golpeándome en la espalda… Estaban bebiendo y rompiéndome botellas de cristal en la cabeza. Me pegaron patadas por todo el cuerpo, me golpearon en la cabeza, en la nariz… Me pegaron tan fuerte que tenía sangre en los ojos. Sabían quién era. Me dijeron mi nombre, mi dirección, el sitio donde trabajo, mi número de teléfono, por dónde salgo. Uno de ellos quería apuñalarme en el estómago y me dijo “Si quieres casarte con una chica, dime cómo vas a hacer”. Me derramaron cerveza por la cabeza y me preguntaron “¿Quieres arder?”. Cuando se marcharon un hombre vino a ayudarme… y me llevó a la comisaría de policía, pero la policía se negó a acompañarme al hospital. Me dijeron que debía tomar un taxi. Esperamos unos 20 minutos… y luego fuimos al departamento de urgencias del Hospital Militar, que estaba cerca. Sentía mucho dolor. El hombre que me ayudó se fui del hospital. Tenía miedo de ser un testigo. Yo sólo oí las voces de los atacantes y no conocía a ninguno. Cuando fui a la policía a rellenar la denuncia con mi padre, la puse contra asaltantes desconocidos.
Siguiendo al asalto, Sharky fue examinada por un médico forense en el Hospital Charles Nicolle, que determinó su incapacidad laboral por 30 días. Empezó a ver a un psicoterapeuta para lidiar con el trauma. Fue atacada tres veces más en abril y mayo de 2015. Reconoció a uno de los hombres y cree que era el mismo grupo en los tres casos. Denunció los asaltos, pero los autores nunca fueron encontrados ni arrestados. En lugar de seto, Sharky fue convocada a presentarse ante la policía en Sidi Bou Said y se le aconsejó retirar el caso si no quería problemas. Sus miedos se confirmaron cuando los oficiales de policía le dijeron que en el proceso de investigación habían estado monitorizando su cuenta de Facebook y llamadas de teléfono y habían descubierto que era lesbiana. Le advirtieron que podía ser sentenciada a tres años de prisión mientras que sus atacantes sólo tendrían 6 meses de prisión como máximo. Le aconsejaron que se quedara en casa y “no llamara mucho la atención”. Decidió buscar asilo en el extranjero.
En otro caso, un activista LGBTI dijo a Amnistía Internacional que la policía le amenazó con arrestarle después de denunciar que había sido asaltado por cuatro hombres en las calles de Túnez a finales de 2012. Le golpearon, le quemaron el brazo con cigarrillos e intentaron estrangularle. En la comisaría de policía se le permitió dar una declaración pero se le aconsejó que no siguiera con el caso. El comisario le dijo “Es un caso de maricas. No vamos a perder nuestro tiempo en esto”. El agente de policía le recordó al activista el Artículo 230 del Código Penal que criminaliza las relaciones sexuales consensuadas entre personas del mismo sexo y le dijo que se “fuera a casa” si “quería vivir en paz”.
Siguiendo al primer asalto, el activista recibió amenazas de muerte cuando dos grupos supuestamente asociados con salafistas fueron dos veces a su casa a decirle que mostrara arrepentimiento o se enfrentara al castigo. Se mudó a Sousse.
Como la actividad sexual entre personas del mismo sexo está criminalizada, las personas LGBTI supervivientes de la violencia sexual no suelen reportar los crímenes y acudir a la justicia. Dicen que el riesgo de acabar siendo acusados es demasiado alto.
A finales de 2009, Hedi, un homosexual de 37 años, fue arrestad y acusado por tomar parte en relaciones sexuales con otro hombre después de denunciar un asalto. El 29 de diciembre de 2009, fue forzado a entrar en un coche por tres hombres. Dijo a AI que uno de los hombres le violó en el coche y le robó el teléfono y el dinero. Todavía en shock, fue a la comisaría más cercana para denunciar el robo y fue remitido a otra comisaría. Mientras esperaba, su novio le llamó y él le contó el incidente. Cuando su novio le dijo que evitara el examen médico, empezó a gritar y le preguntó que qué quería decir. Continuó: En ese momento me di cuenta de que un par de policías estaban escuchando mi conversación y lo denuncié a los otros. Su actitud cambió completamente… Después de 30 minutos, trajeron a los 3 hombres que me habían asaltado. Tenían mi teléfono. Oí gritos en la oficina y luego me pidieron que entrara y que firmara la declaración. En ese instante, mis padres entraban en la comisaría. La policía le dijo a mi padre que esperara y dijo que sólo tenía y firmar y podría irme a casa. Yo… firmé la declaración sin leerla… Fue arrestado y llevado a una celda en la comisaría. Los hombres que me asaltaron estaban allí también. Durante dos días y medio no tuve derecho a nada. No me dieron comida, cigarrillos, bebidas, mientras que los que me habían atacado recibían de todo… El cuarto día me llevaron al tribunal y luego me transfirieron a la prisión de Mornaguia (en Túnez). Allí, un oficial de policía me preguntó si estaba enfermo. Cuando le dije que no comprendía me dijo que si era homosexual debía estar retenido en otra habitación. Hedi contó a AI que cambiaron su declaración para que pusiera que había tenido relaciones sexuales con los otros tres hombres. Fue sentenciado a seis meses de prisión pero fue liberado tras cuatro meses porque su sentencia fue reducida tras la apelación. Hedi dijo que la detención arruinó su vida. Se extendieron rumores sobre él en su trabajo que le llevaron a dimitir.
En otro caso, un estudiante gay de 21 años fue violado el 3 de octubre de 2015 por dos hombres en una pequeña ciudad cerca de Bizerte y decidió no poner denuncia. Los activistas que denunciaron su caso a Amnistía Internacional dijeron que tenía demasiado miedo a ser acusado y al rechazo posterior por su familia. El hombre dijo a un periodista por qué no iba a denunciar: “En lugar de ser la víctima a la que se debería proteger, me convertiría en el criminal que va a prisión”.
Es habitual que los hombres gays que denuncian los asaltos sexuales oculten su orientación sexual para evitar el acoso de la policía. Chokri, un gay de 26 años y vendedor de Sfax, dijo a AI: El año pasado [2014], iba a salir a un bar con un chico a quien no conocía muy bien. Llevaba un spray de pimienta con él y me obligó a entrar en un taxi. Me asusté mucho. En el taxi empezó a tocarme y luego pidió al taxista que parara a comprar cigarrillos. Salió del taxi con mi teléfono y yo supliqué al taxista que nos fuéramos. Fui a la policía y le acusé de robo e intento de asalto indecente. La policía me tomó declaración y finalmente le cogieron. Hicieron su trabajo pero me acosaron a cada paso de la investigación preguntándome por qué me visto como lo hago. El chico intentó acusarme en los tribunales de ser gay pero lo negué, diciendo que no tenía inconveniente en someterme al examen médico [test anal]. Finalmente fue condenado a ocho meses de prisión.
ABUSOS POR LA POLICÍA
La criminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo también hacen a las personas LGBTI vulnerables a abusos por parte de la policía, que suele explotar sus miedos y someterlos a chantaje, extorsión y, a veces, abusos sexuales. Los hombres gays son forzados a pagar sobornos para escapar de los arrestos, incluso cuando la policía no tiene pruebas de las relaciones. Chokri explicó: Una vez la policía sabe que eres gay, te siguen. Te acosan y te hacen sentir menos humano… Una vez estaba con un hombre de 45 años en un coche. Simplemente estábamos hablando cuando la policía vino y empezó a interrogarnos. Tuvimos que pagar 25 dinares cada uno (aproximadamente 13 dólares americanos) para que nos dejaran marchar.
Algunos hombres gays dijeron a AI que los agentes de policía explotan su vulnerabilidad con el objetivo de acosarles y abusar sexualmente de ellos. Un estudiante de 20 años de Sfax describió esta experiencia: Una vez, estaba caminando con un amigo por la calle en Sousse. Llevaba ropa atractiva, una camiseta larga y pantalones ajustados. Llevaba maquillaje y me había secado el pelo. Dos agentes de policía me pararon y me pidieron la identificación… Me preguntaron qué hacía con un hombre de 30 años. Les dije que sólo éramos amigos. Entonces me preguntaron qué me pasaba en los ojos y me llamaron “miboun” (“marica”). Uno de los policías me llevó a su coche y me hizo las mismas preguntas… Empezó a cachearme y mientras lo hacía me iba tocando. Cuando su ayudante se fue, el policía me pidió el número de teléfono. Aquí en Túnez, si eres gay, vives bajo control policial.
Dado que la homosexualidad en Túnez es considerada generalmente como algo vergonzoso, muchas personas LGBTI no revelan su orientación sexual o identidad de género a sus familias o comunidades, y viven con el miedo a ser expuestos. Esto les hace más propensos a amenazas y chantajes. Un hombre gay de Djerba dijo a AI: Una vez un agente de policía cogió mi número y empezó a llamarme, acosándome y amenazándome. Me decía “Ten cuidado, se lo contaré a tu familia”. Me llamaba cada vez que bebía, y me pedía que fuese a su casa para acostarse conmigo. En Sousse, todavía me enfrento a amenazas pero no tanto como en Djerba. La policía siempre viene y me pide dinero o mi número. Si no se lo doy, me amenazan.
RESTRICCIONES A LOS ACTIVISTAS
La criminalización de las actividades entre personas del mismo sexo restringe también a los activistas LGBTI, minando sus esfuerzos por prevenir y denunciar la violencia contra las personas LGBTI debido a su identidad de género o su orientación sexual. Además, esta criminalización previene el establecimiento de estructuras de apoyo adecuadas y socava los derechos de las personas LGBTI a la sanidad, especialmente cuando se trata de prevención de la infección por VIH.
A pesar de las reformas positivas tras el fin del gonierno de Zine El Abidine Ben Ali en 2011, abogar por los derechos de las personas LGBTI sigue siendo difícil. En febrero de 2012, el entonces Ministro de Derechos Humanos y Justicia Transicional dijo que “la homosexualidad no es un derecho humano” y que era una “perversión” que necesitaba ser tratada médicamente. Más tarde ese mismo año, Túnez rechazó las recomendaciones hechas por la Revisión Periódica Universal, un mecanismo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de rectificar o abolir el Artículo 230 del Código Penal y descriminalizar las actividades entre personas del mismo sexo.
Sólo hay cuatro ONGs registradas que trabajen específicamente derechos LGBTI además de una organización de lesbianas, bisexuales y transgénero. Varias veces desde 2011 sus miembros han sido amenazados, acosados o forzados a esconderse o abandonar Túnez debido al fallo de las autoridades en la investigación de amenazas y en protegerlos.
El final del periodo transicional y la formación de una nueva coalición de gobierno más liberal en enero de 2015 fueron vistas por muchos como una oportunidad para el final de la discriminación contra las personas LGBTI, y pequeños pasos se han dado desde entonces para llevar el debate sobre derechos LGBTI al dominio público. En marzo de 2015, la primera marcha del orgullo gay se organizó en el campus de Túnez de la Universidad El Manar como parte del Foro Social Mundial (World Social Forum). El 17 de mayo de 2015, tuvieron lugar pequeños eventos en Túnez en conmemoración del Día Internacional Contra la Homofobia.
Sin embargo, cuando Shams, una organización que pide la descriminalización de las relaciones entre personas del mismo sexo, anunció el comienzo de sus actividades el día siguiente, se enfrentó a un bloqueo mediático y sus miembros recibieron amenazas. El Grand Mufti (rango religioso más alto para los musulmanes Sunníes o Ibadis) hizo un llamamiento al gobierno para que revisara su decisión en cuanto al registro de Shams, diciendo que la asociación iba en contra de los valores islámicos y de los principios de la sociedad tunecina. El gobierno declaró el 25 de mayo que garantizaba el registro de Shams tras confirmar que la organización no defiende ni fomenta la homosexualidad. Declararon que Shams proporciona apoyo psicológico, material y moral a las minorías sexuales, incluyendo la prevención del suicidio entre los jóvenes, trabajo para crear conciencia de las “enfermedades de transmisión sexual”, y trabajo pacífico para la abolición de las leyes que discriminan a las minorías sexuales.
5. SITUACIÓN DE LOS TRABAJADORES DEL SEXO
TRABAJADORES DEL SEXO LGBTI
Las personas LGBTI en Túnez son a menudo rechazadas por sus familias y comunidades en cuanto se conoce su identidad de género o su orientación sexual. Es común que sean forzados a abandonar sus hogares o a independizarse tras sufrir violencia y discriminación por parte de miembros de sus familias. Sin importar los motivos, raramente (o nunca) encuentran apoyo en instituciones del estado, y se ven obligados a depender de amigos y activistas. En ausencia de amparo y de un sistema de apoyo establecido, aquéllos más marginados suelen terminar como trabajadores del sexo o drag queens para ganarse la vida. Muchas veces lo hacen por las experiencias de discriminación cuando intentan encontrar un trabajo o en el lugar de trabajo. El estigma y la discriminación en cuanto a identidad de género y sexualidad, así como de los trabajadores del sexo en general, incrementan el riesgo de violencia, incluyendo violaciones y acoso sexual por sus clientes y por la policía.
Los trabajadores del sexo gays y transgénero son doblemente criminalizados debido a su estatus de trabajadores del sexo y por su orientación sexual o identidad de género. Un hombre de 24 años de Sfax que se identifica como travesti sufrió abusos sexuales a la edad de nueve años. Dijo a AI que, aunque el autor fue arrestado y sentenciado, él fue acosado en su comunidad, sintiéndose finalmente forzado a abandonar su hogar. Más tarde empezó a trabajar en el sexo: Al principio mi familia me apoyaba. Mi padre denunció a la persona que abusó de mí, pero luego la gente empezó a hablar diciendo que yo no era un hombre, que era un “marica”. Como ves, la homosexualidad en Túnez es considerada una vergüenza. Así que mi familia me echó de casa cuando tenía 16 años. No tenía dónde ir así que fui a un hotel que costaba tres dinares la noche. Es así de barato porque varios hombres duermen en la misma habitación. Allí, o aceptas dormir con alguien o te asaltan. Era muy difícil encontrar trabajo. Mi pelo era largo entonces y parecía bastante afeminado. Cada tres o cuatro días me despedían cuando se enteraban de que era gay. La policía me asaltaba todo el tiempo, me pegaban. El único lugar donde pude encontrar trabajo fue en un burdel donde hombres gays trabajaban habitualmente como limpiadores, pero no quería hacer eso. Empecé a trabajar como drag queen. Me violaron en numerosas ocasiones… Una vez, en Sousse, fui violado por un grupo de seis o siete hombres. Uno de ellos no hacía más que poner cigarrillos en mi costado derecho. Nunca he denunciado a la policía porque controlan todas mis actividades y tengo miedo de que no me protejan de futuros ataques… Además también he sido abusado por agentes de policía que saben lo que hago. Una vez fui detenido en una comisaría por dos noches… Iba caminando por la calle cuando un hombre de Libia paró su coche y empezó a hablar conmigo. La policía vino y empezó a preguntarnos que de qué nos conocíamos. Cuando les dije que no sabía el nombre del hombre me arrestaron acusándome de prostitución. Me libré de ser procesado después de aceptar la proposición del agente, que me dijo “O te acuestas conmigo, o te quedas aquí”. Ese mismo policía se me había acercado antes en varias ocasiones y siempre le había rechazado.
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