Nuestro interés por la sexualidad humana es muy reciente y está asociado al “juicio moral”, la “disfunción” o la “patología”. El término “sexo”, proviene del latín “sexus”, del verbo secare, “separar, cortar, dividir”. Aunque sea poco sugerente, el significado esencial de “sexo” hace referencia a la separación. Nuestra cultura es tremendamente sexista y, en ese sentido, exige una diferenciación que se estructura de forma binaria. Somos fruto de una tradición dualista, desde Platón a la herencia judeocritiana: el principio del Bien es identificado con la Luz y el Espíritu; el principio del Mal con las Tinieblas y la Materia. Lo bueno y lo malo, el alma y el cuerpo, el amor y el sexo, el hombre y la mujer…Estructuras dicotómicas jerarquizadas.

La heterosexualidad es la norma que no necesitaba ser nombrada. El concepto de orientación sexual admite que existen variantes, una norma y una desviación de la norma. Aparece La “homosexualidad” (1868) describiendo una práctica sexual paralogizada y perseguida, la sodomía. La “heterosexualidad” de genealogía extraña y contradictoria, describe originalmente: “la atracción sexual patológica por ambos sexos”, posteriormente: “la atracción sexual excesiva y mórbida por el sexo opuesto” y en 1934 adquiere su significado actual. (Luis Carbajal 2012). Todos estos conceptos nacen de la idea de patología, se centran en lo sexual ignorando lo afectivo, se construyen como una realidad rígida, estable y binaria, e impiden la vivencia espontánea y libre del deseo o el afecto, exigen coherencia, estabilidad e identificación.

Podemos afirmar que la heterosexualidad es una categoría normativa que como tal dota de identidad, se regula por mecanismos de inclusión y exclusión, e implica estrategias de discriminación, descalificación de lo ajeno como reafirmación de lo propio. Cuesta un poco más admitir que la homosexualidad también es una categoría normativa de similares características. Pese a acabar con el monopolio de la heterosexualidad, permite que los conceptos básicos sobre la sexualidad humana no cambien; que se puedan seguir manejando en términos duales. Mapas teóricos que representan realidades estables, predecibles, normativas y reguladas, que poco o nada tienen que ver con la naturaleza diversa y cambiante del deseo, el afecto, el vínculo, la admiración estética, el enamoramiento, la intimidad, el morbo, la ternura, el amor, la curiosidad…
La bisexualidad amenaza la estabilidad de los referentes binarios sobre comportamientos, roles e identidades sexuales. Su nacimiento y consolidación forma parte de la revisión postmodernista del ser humano:

-Es antidualista: defiende las perspectivas de pensamiento que quedan fuera de un planteamiento polar o dicotómico. Valora y promueve el pluralismo y la diversidad.

-Es irrespetuosa: las huellas de otras épocas, no son una “prueba”, sino un producto elaborado y sesgado por los grupos en el poder. -Da importancia a las palabras: pone atención en cómo el lenguaje condiciona nuestra vivencia y viceversa.

-Promueve el relativismo: no existen las verdades absolutas.

La historia del estudio de la bisexualidad se podría simplificar como un recorrido desde el interés por su faceta biológica (en la sexología médica del XIX asociada a los “estados intersexuales patológicos”) de poca relevancia en la actualidad, pasando por los intentos desde la psicología por encontrar un modelo explicativo.

Freud defiende una bisexualidad innata transitoria, su permanencia es la fijación de un desarrollo psicológico estancado. Idea de “transitoriedad” y patología. Sus limitaciones animan a un enfoque “descriptivo” de la bisexualidad como conducta. Alfred Kinsey con sus estudios deja atrás el modelo binario heterosexualidad-homosexualidad, pero no capta el amplio espectro de la bisexualidad, deja facetas al margen y no tiene en cuenta la autodefinición de la persona. Es una bomba en los pilares de la estructura dicotómica de la orientación sexual que tiene mucho menos efecto del esperable. Comprobamos que el gran referente identitario sigue siendo la heterosexualidad-homosexualidad, como realidad teórica “impermeable” a las prácticas sexuales.

La insuficiencia de los criterios estrictamente conductuales lleva a considerar que son los entornos culturales los que determinan
la conceptualización y el significado de los comportamientos, roles e identidades sexuales. Fritz Klein con sus estudios describe diferentes grados de heterosexualidad-homosexualidad en la práctica sexual, en la fantasía, en la atracción, en la preferencia emocional o social y en la auto identificación personal. Considera separadamente el pasado, el presente y el futuro. Un gran avance. Pero tiene en común con Kinsey que concibe la bisexualidad sólo cuando existe la misma intensidad hacia ambos extremos, idea del 50%.

Diversas ampliaciones teóricas y estudios siguen buscando afinar en la conceptualización de la bisexualidad hasta llegar a una conclusión sorprendente, la cuestión pasa a ser tan subjetiva, que sólo puede ser contestada desde el interior de cada una de las personas que se considera bisexual. Rinna Riesenfeld (Bisexualidades 2006) habla de “Bisexualidades, porque hay muchos tipos y estilos de bisexualidad (…) y no necesariamente del mismo modo hacia ambos géneros”.

Marjorie Garber (Bisexuality and the Eroticism of Everyday Life 1995) va más allá. Considera este fallo al intentar desarrollar el concepto de bisexualidad como algo más profundo. Concluye que: “si la bisexualidad es, en realidad y como sospecho, no una orientación sexual más, sino más bien una sexualidad que deshace la orientación sexual como categoría, una sexualidad que amenaza y cuestiona el fácil binario de heterosexual y gay, e incluso, por sus significados biológicos y fisiológicos, las categorías de género masculino y femenino, entonces la búsqueda del significado de la palabra ‘bisexual’ proporciona una lección de otro tipo. En lugar de designar a una minoría invisibilizada, a la que aún no se le ha prestado la suficiente atención y que ahora está encontrando su lugar bajo el sol, la bisexualidad, como las mismas personas bisexuales, resulta ser algo que está en todas partes y en ninguna. La sexualidad (…) es fluida y no fija, una natatoria que cambia con el tiempo en lugar de una identidad estable, aunque compleja. El descubrimiento erótico que aporta la bisexualidad es la revelación de la sexualidad como un proceso de crecimiento, transformación y sorpresa, no un estado del ser estable y plausible de ser conocido”.

Una aceptación profunda de la bisexualidad implica revisar toda nuestra estructura moral y cultural en relación a la intimidad, la sexualidad y el afecto. La bisexualidad como realidad individual, colectiva y conceptual es, en sí misma, una herramienta de crecimiento y desarrollo. Nos permite y nos fuerza a una vivencia consciente y presente, libre y desprovista de mapas. El género, la orientación y la identidad sexual se dinamitan como categorías, y la realidad se hace visible, “mi opinión es que la vida sería más visible si no estuviéramos limitados por categorías que no nos funcionan (…) las definiciones que se dan por sentadas en el campo político hacen que la vida sea menos visible” Judith Butler (Conferencias Cuerpos que importan 2016).

Las repercusiones de la bisexualidad son tan profundas y revolucionarias a nivel teórico, vivencial y cultural que resultan tremendamente amenazantes y provocan que sea ninguneada, invisivilizada y ridiculizada como realidad y como concepto, de manera activa y continuada. Todas y todos somos cómplices. La bifobia cobra una dimensión mucho más amplia, una suerte de mecanismo de defensa para aferrarnos a estructuras conocidas sobre las que hemos construido nuestra propia identidad.

La bisexualidad no es la hermana pequeña de las orientaciones sexuales, un concepto infantilizado y frágil, todo lo contrario.

Juan Macías Ramírez

Licenciado en Psicología con Máster en Terapia Cognitivo Conductual, Máster en Terapia Sexual y de Pareja, Máster-Experto en Sexualidad Humana, y Formación en Terapia Gestalt (EMTG). 20 años de experiencia en la clínica privada y en instituciones públicas de Comunidad y Ayuntamiento de Madrid Especializado en área de familia y menores, pareja, violencia intrafamiliar y violencia sexual. Especializado en población LGTBQI desde 1995, ha trabajado como coordinador de la asesoría psicológica de COGAM, en el grupo Les-Hom, (primer centro psicológico especializado en población LGTBQI en Madrid), en el Programa de Información y Atención a Homosexuales y Transexuales de la CAM, y ha colaborado de forma activa con numerosas asociaciones y grupos LGTBQI. Colabora como asesor para varios medios de comunicación como El Mundo o El País y, actualmente, se dedica en exclusiva a la psicoterapia y al trabajo con grupos. www.psicologojuanmacias.es