Quienes se encuentran en situación, tanto heterosexuales como homosexuales, se plantean múltiples preguntas y no siempre tienen facilidad para hallar las respuestas adecuadas. ¿Cómo puede afectar el VIH a mi/nuestro deseo de ser padres?, ¿a quién puedo consultar?, ¿existe alguna técnica que realmente elimine el riesgo de transmisión del VIH al feto y, en su caso, a la madre que lo va a gestar? En los países donde la inseminación es legal para las lesbianas, ¿una mujer VIH-positiva puede ser recurrir a la procreación médicamente asistida (PMA)?

En 1992 empezó a emplearse la técnica del lavado del semen de un hombre seropositivo con la finalidad de inseminar artificialmente a una mujer seronegativa. En aquel entonces no disponíamos de tratamientos inmunosupresores completos para las personas con VIH, ni siquiera de la capacidad de medir el virus en la sangre (carga viral) que no llegó hasta 1996. En este tiempo se han producido muchos avances en las técnicas de reproducción asistida, pasando de la inseminación intrauterina básica a la fecundación in vitro (FIV) y la inyección intracitoplásmica de espermatozoides (IIE). A finales de los años noventa se empezaron a emplear los primeros tratamientos antirretrovirales capaces de suprimir el VIH hasta niveles indetectables. Este avance permitió la selección de donantes de esperma con un riesgo mínimo de presentar VIH en el semen. En la literatura médica existente hasta la fecha, de hecho, no hay constancia de un solo caso de transmisión de VIH por inseminación intrauterina ni casos de FIV o IIE, incluyendo los procedimientos llevados a cabo durante los primeros años en los que la terapia y la monitorización del VIH no eran las más adecuadas.

Es conocido que la PMA requiere un conjunto de pruebas muy exigentes. Entre otras, refiriéndonos al lavado de semen, es necesario:
– que los futuros padres proporcionen informes de su médico especialista en VIH que documenten al menos seis meses de una carga viral indetectable (<48) en un régimen estable que no haya sido modificado durante este periodo de tiempo.
Deben incluir un análisis de la carga viral a las dos semanas de realizarse la donación de esperma:
–  que el hombre se someta a analíticas exhaustivas de detección de otras enfermedades infecciosas, que se repetirán si han transcurrido más de siete días antes de la donación de semen;
–  que proporcione de 2 a 3 muestras de semen que hayan sido lavadas en un proceso en fases; de estas muestras, una pequeña parte se enviará a un laboratorio especializado en VIH para detectar la posible presencia residual del virus. Aunque la mayoría de los hombres con cargas virales indetectables en la sangre también tienen cargas virales indetectables en el semen, en ocasiones éste se detecta marginalmente. En tal caso, la muestra se descarta, aunque los estudios hayan demostrado que no es infeccioso.

Como precaución adicional, la madre gestante puede ser tratada con un fármaco que reduce aún más las posibilidades de cualquier transmisión vírica. Este tratamiento recibe el nombre de profilaxis pre-exposición (PprE). Diversos estudios recientes demuestran que la administración de Truvada (uno de los fármacos antirretrovirales más recetados en los últimos años y que presenta una tolerancia excelente) a un miembro de la pareja no infectado con el VIH antes de la exposición reduce el riesgo de transmisión por contacto sexual sin protección con una pareja seropositiva entre un 70 y un 90%. Estos fármacos (tenofovir y emtricitabina) se pueden administrar con seguridad durante el primer trimestre del embarazo.
El tratamiento empezará justo antes de la transferencia del embrión hasta haber transcurrido un mes de la misma.

Recientemente, y según las directrices del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia Clínica (NICE, en sus siglas en inglés) del Reino Unido, no se requeriría el lavado de semen como medida preventiva de la transmisión del VIH en parejas serodiscordantes (en las que un miembro vive con VIH y el otro no), bajo determinadas circunstancias.
–  si el miembro infectado es un hombre con adhesión estricta al tratamiento antirretroviral y viremia indetectable, y
–  que no existan otras infecciones de transmisión sexual en el seno de la pareja.

Tal recomendación vino a reforzar la anterior declaración de la Comisión Federal del VIH/SIDA de Suiza que marcó un antes y un después en el ámbito que nos ocupa. Textualmente afirmaba, ya en el año 2008 : “una persona con VIH que está tomando tratamiento antirretroviral con una viremia suprimida en su totalidad (“TARV eficaz”) no es sexualmente infecciosa, es decir, no puede transmitir el VIH a través del contacto sexual”. En un sentido similar, los estudios del NICE concluyeron que la PPrE no sería un método necesario para evitar la transmisión.

En conclusión, el VIH por sí mismo no resulta un factor que contraindique la paternidad o la maternidad, pero sí pueden existir otras circunstancias médicas que desaconsejen a la mujer el embarazo, tales como una salud delicada o la terapia que se siga con fármacos que pueden ser perjudiciales para el bebé. No obstante, hoy en día, existen combinaciones de tratamientos que facilitan que la madre no sufra problema alguno, ni que el bebé adquiera la infección ni durante el embarazo ni durante el parto. En sentido contrario, conocemos que la probabilidad de sufrir depresión aumenta tras un parto, y todavía es más habitual en presencia del VIH. Existen numerosas pruebas que evidencian que la depresión de una madre produce un impacto negativo en el desarrollo de los hijos, que se ve agravado con la seropositividad, situación en la que se dan preocupaciones adicionales relacionadas con la transmisión y los cambios de tratamiento.

No estamos ante una cuestión de gran complejidad técnica, de seguridad, ni de elevado coste económico. No existen fundamentos para incluir limitación previa para que las técnicas de reproducción asistida puedan aplicarse a personas con VIH, por lo que, en un plano sanitario, tanto a los hombres como a las mujeres seropositivas se les debiera reconocer el derecho a la reproducción. Ahora bien, la realidad es bastante distinta, más según los países que tomemos como referencia. Y, si las personas con VIH ya se encuentran generalmente en una situación de desigualdad real en gran parte del mundo, la mujeres seropositivas lo están todavía más si lo comparamos con los hombres seropositivos.

Dr. Daniel H. Bowers
Como médico abiertamente gay fue uno de los primeros en atender a pacientes con Sida, observando la presencia de glándulas inflamadas e infecciones recurrentes en hombres homosexuales al inicio de la epidemia cuando trabajó en el Pacific Oaks Medical Group, el mayor centro médico privado de EE. UU. especializado en VIH, algunos de cuyos fundadores fueron quienes informaron al Centro de Control de Enfermedades en 1981 de los cinco primeros casos de Sida registrados. Bowers fue pionero en este campo y uno de los primeros especialistas en liderar los esfuerzos contra la discriminación y en defender los programas de concienciación y de educación pública. Él y su cónyuge tienen un hijo gracias a la subrogación, habiendo trabajado como especialista en reproducción asistida durante muchos años, En 2008 se trasladaron a Nueva York donde actualmente ejerce la medicina en Manhattan siendo integrante de la IDNY (Independet doctors of New York).