Los últimos meses nos han traído algunas alegrías y algunas preocupaciones. En el primer grupo cabría destacar la esperadísima sentencia del Tribunal Constitucional, el cual, después de siete largos años, vino a decir lo que muchos ya teníamos claro: que el matrimonio igualitario es perfectamente válido. Recuerdo que en el año 2000, haciendo prácticas de profesor con un grupo de bachillerato, se me pidió que preparara una práctica-debate. Elegí el tema de un, por entonces, hipotético derecho al matrimonio por parte de gays y lesbianas. Los alumnos tenían la Constitución española, el Código Civil, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y otros textos que el profesor titular me facilitó. Pues bien, aquella clase de bachillerato del año 2000 llegó en un par de horas a la conclusión que al TC le ha costado siete años parir: que cabemos todos.
Otra alegría que nos han deparado los últimos meses ha sido la extensión del matrimonio igualitario por diversos países del globo: Francia, Brasil, Reino Unido (aún en trámite) y algunos Estados de Estados Unidos. Del tío Sam también ha llegado una buena noticia: el presidente Obama apoya abiertamente el matrimonio igualitario y su Tribunal Supremo está dirimiendo si aprobarlo o no a nivel federal, lo cual sería un avance histórico. La Unión Europea por su parte avanza en sus mensajes en contra de la homofobia en el ámbito escolar y en cualquier otro ámbito con campañas para que los Estados Miembros legislen a favor del colectivo LGTB y en contra de la homofobia y transfobia.
En cuanto a las malas noticias, en fin, todo el mundo ha visto, empezando por lo más cercano, las victorias de la Conferencia Episcopal Española en materia educativa. Con la nueva ley Wert de educación y ya antes con sus decretazos, toda alusión a la diversidad afectivo-sexual ha desaparecido de los institutos. Y eso que el 80% de los LGTB ha sufrido o visto homofobia en clase. Por fortuna y toquemos madera, parece que no van a tocar el matrimonio, cosa que sería un sinsentido en la UE y que nos acercaría más a África que a Europa. En ese nivel ya están llegando en Grecia, donde el partido nazi Amanecer Dorado ya ha amenazado a los homosexuales helenos. Fuera de Europa, hemos asistido con preocupación a la locura de Uganda, donde como poco, se quiere condenar a cadena perpetua a los homosexuales y lesbianas simplemente por serlo. Sin tener todos los datos apuesto a que leyes parecidas se han tramitado o dentro de poco se presentarán en otros parlamentos de otros países.
Es la lógica de la física y de la Historia: acción-reacción. Se podrían poner muchos ejemplos de como avances sociales o nuevas realidades tuvieron que sufrir una reacción opuesta y a menudo violenta. El ejemplo paradigmático es Francia: mucha liberté, egalité et fraternité pero nos han dejado boquiabiertos a muchos cuando hemos visto a cientos de miles de galos dejándose la piel en contra del matrimonio igualitario. Eso en un país laico.
Estamos en un cambio de ciclo. Los derechos LGTB son imparables. Costará más o menos pero se acabará por normalizar. En los países musulmanes aún tardará mucho más, mirad la situación de las mujeres. Pero algún día también llegará. Hay que seguir trabajando por los derechos humanos de todos y todas. Por nosotros y por ellos.
Oscar Hernández oscarhercam@gmail.com
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