La visibilidad LGTBI en el cabaré o el cabaret como visibilidad LGTBI. Nelson Quinteiro (Cangas, 1979)
Desde que comencé mi inmersión en el mundo del cabaré, bien como programador, guionista y director de espectáculos o incluso, y sobre todo, como formador de actores y de actrices, siempre he dicho que me gusta acercarme al cabaré como género desde el propio concepto que existe de él en el imaginario colectivo. Y lo hago así porque en realidad no creo que lo que hagamos a día de hoy sea realmente cabaré, pues éste, como tal, tiene su desenvolvimiento y evolución a través de la historia durante los siglos XIX y XX, hasta su desaparición o disolución en otras formas de entretenimiento.
Ahora sí. Existe un concepto de lo que es el cabaré sólidamente instalado en la mentalidad del espectador, muy influenciada por el aspecto cinematográfico y como éste retrata los cabarés. Es a ello a lo que me dirijo cuando planteo mis montajes, tanto de calle como de sala o a la hora de programar o diseñar espectáculos, festivales o conferencias relacionadas con el género en la actualidad. Se trata de un concepto sólidamente instalado y que pasa por elementos como la nocturnidad, la ambigüedad sexual, el componente sensual y sexual, el descaro, la provocación, la crítica política y social, la falta de decoro, la ruptura de la cuarta pared, la vanguardia…
Si hacemos una tormenta de ideas sobre lo que es cabaré, donde quiera que vayamos (y he hecho la prueba en docenas de laboratorios y talleres a lo largo de muy diversas geografías), el mapa conceptual es idéntico. Rojo, negro, sillas, seducción, descaro, provocación, boas de plumas, corsés, hombres, sudor, feromonas, lencería, sombrero, humo de cigarros, alcohol, putas, maricones, gordas, poder, abuso, perversión… Y así hasta el infinito.
De esta tormenta de imágenes, colores, olores, elementos, actitudes o elementos sale una geografía que nos ayuda a definirlo, de modo sintético, en tres coordenadas: espacio, actitud y estética.
El ESPACIO como la referencia o definición de cabaré como “sala pequeña” o “taberna”. El espacio en el que se celebra el espectáculo. Una pequeña sala con un escenario para los artistas y el público sentado en las mesas donde comen y beben mientras disfrutan del espectáculo.
La ACTITUD se refiere al esfuerzo actoral del artista, fraguado a lo largo de la evolución del género, para captar la atención de un público que realmente acude al espacio no por el espectáculo en sí mismo, sino por todo lo que le rodea. Esta actitud se basa en el descaro, la provocación, el ritmo escénico, la ruptura de la cuarta pared, la amplificación de la presencia en el escenario…
Finalmente está la ESTÉTICA como algo característico. La máxima eficiencia a la hora de gestionar unos recursos muy escasos. El maquillaje y la máscara en el cabaré, accesorios, complementos y atrezo determinado por el género (tacones, boas de plumas, bastones, sombreros, sillas…)
El enfoque y la combinación de esta orden de factores determina que un espectáculo sea concebido a día de hoy como cabaré, si bien, es cierto, que bajo mi punto de vista, lo que estamos haciendo, actualmente sea simplemente teatro o teatro-danza contemporáneo que evoca esos elementos de un género de otros tiempos. Pero vayamos al meollo de la cuestión.
Por qué asociamos el cabaré con la ambigüedad sexual, la homosexualidad o su visibilidad y cómo éstas se manifiestan en el tipo de cabaré que evocamos actualmente.
Al hablar de la homosexualidad o de la visibilidad LGTB en el mundo del cabaré las raíces históricas del género dan la clave para entender porqué esto es así. Todos tenemos en mente la imagen de un Joel Gray como maestro de ceremonias de la película Cabaret pintado como una puerta, completamente afeminado o incluso travestido. El propio actor admitió finalmente su homosexualidad a los 82 años, después de llevar 24 casado y haber tenido dos hijos.
Más allá de este detalle o del impacto del libreto del musical I´m a camera de Joe Masheroff llevado al cine por Bob Fosse en la oscarizada película, imagen que tenemos gravada a fuego en nuestro subconsciente, las raíces de la cuestión LGTB en cabaré se infiltran en terrenos más antiguos.
Fue en los cabarés donde aparecieron los primeros travestis en un escenario y también donde se presentaron las primeras pantomimas de homosexuales y lesbianas. Una de las más famosas fue, seguramente, la pantomima lésbica (pantomime lesbienne) Sueño de Egipto, protagonizada por la actriz y pin-up Colette, que luego llegaría a ser una novelista famosa, y por la Marquesa de Morny, arqueóloga. El espectáculo se presentó en el Moulin Rouge en 1907. Estaba previsto hacer diez representaciones, pero sólo pudo hacerse la primera, porque la policía amenazó con cerrar el local.
Retrocedamos un poco, a finales del siglo XIX.
El cabaré surgió, desde mi punto de vista, como válvula de escape a la opulencia surgida tras la Conferencia de Berlín y el reparto colonial. Es un fenómeno completamente urbano, principalmente de las capitales de las metrópolis (Berlín, Londres, París, Viena, incluso Barcelona) y entroncado con los movimientos artísticos de su tiempo, primero el modernismo y simbolismo, y posteriormente con las vanguardias. En este contexto urbano, nocturno y distendido, la férrea moral de la época victoriana o de la Alemania de Bismarck tenía su válvula de escape por medio de los clubes.
Como apunta Luis Doncel en su artículo “Cuando Berlín inventó la homosexualidad”, la ley penaba los actos sexuales entre hombres, pero no prohibía los clubes, bares u otros lugares de encuentro. La policía los vigilaba, pero estaba obligada a tolerarlos. […] Es a lo que se refería el dramaturgo August Strindberg cuando visitó la capital (Berlín) en 1893 y presenció cómo “los más pervertidos de la ciudad” se reunían en un baile de disfraces. “Hombres que bailaban con hombres de forma melancólica y tremendamente seria. El que hacía de mujer podía llevar bigote, quevedos, ser feo y carecer de la más mínima femineidad”, escribía al recordar lo que le había parecido “la escena más repugnante” de su vida.”
Un escena así, por cierto, fue llevada a la gran pantalla por el director Joaquín Oristrell en su película Inconscientes, que trataba de hacer una radiografía cómica a la Barcelona de principios del siglo XX, y que en muchos aspectos resulta genial al retratar el impacto de las teorías del psicoanálisis de Freud y las conclusiones que de este se podían extraer para lo comunidad LGTB del momento.
La eclosión de estas realidades llegó en el Berlín de los años veinte, relatada por el británico Christopher Isherwood en su novela Adiós a Berlín, que serviría como inspiración para el musical Cabaret que luego dio origen al largometraje. No hace falta ser muy enrevesado para darse cuenta de que lo que realmente relata Isherwood en su novela son las peripecias, a través de la vieja Europa, de un gay de la alta burguesía inglesa por los locales y hoteles de ambiente de su época.
Desde este punto de vista, entonces, podemos entender al cabaré como el primer espacio de liberación sexual de occidente.
Para entenderlo en su contexto se me ocurren dos viejos refranes: “las cosas del mar no se cuentan en la tierra”, y “en tierra de lobos aúlla como todos”, en el sentido de que había cierta seguridad dentro de esos espacios de libertad y costumbres distendidas, porque normalmente, quien podía contar tenía mucho que callar.
Vayamos al encaje de este realidad en el cabaré contemporáneo.
A la hora de abordar o integrar la cuestión LGTB hoy en día a la hora de hacer cabaré o, como yo sostengo, teatro contemporáneo inspirado en las formas y fórmulas del cabaré, pasa algo parecido a lo que acontece al abordar la sensualidad o la sexualidad en sí misma. Parece que está todo escrito, que está todo ganado, que está todo a la vista, que todo ha sido enseñado, por arriba, por abajo, en primer plano o en cinemascope.
Sin embargo es cuando aprecias la reacción del público o cuando escuchas los comentarios a posteriori cuando te das cuenta de lo enraizados que siguen los tabús, los preconceptos, la doble moral, la hipocresía, la vigencia del patriarcado como sistema y los valores tradicionales.
Por eso la visibilidad y reivindicación de la cuestión LGTBI sigue siendo igual de transgresora, igual de necesaria, igual de reveladora y factor intrínseco a la hora de diseñar un guión, un personaje, una situación, una trama o un espectáculo que el espectador o la espectadora conciba como cabaré.
De esa manera el nuevo cabaré sigue teniendo en la crítica social o política uno de sus pilares; y en la visibilidad de la ambigüedad, lo diferente, los comportamientos “desviados” desde un punto de vista sociológico, lo perverso o lo contrario a la moral establecida, el otro.
En realidad estos dos conceptos, “crítica social y política” y “ambigüedad sexual y visibilidad” se me antojan como dos filos de una misma navaja a la hora de enfocar el cabaré de hoy en día. De este modo entenderemos al cabaré como una herramienta de libertad y visibilización, al mismo tiempo que una crítica y denuncia de lo establecido.
A partir de esto, y de cómo lo entienda cada realizador, cada director, cada compañía, el resultado puede ser muy diferente. Pero lo cierto es que no se puede obviar que el cabaré es visibilidad en si mismo, y que la visibilidad en el cabaré es intrínseca a su historia, su evolución y su actual recuperación.
Nelson Quinteiro (Cangas, 1979) Politólogo de formación, cantante, actor, bailarín, escritor, productor y director de escena por vocación, vinculado al mundo del cabaré, la música y el teatro de calle. En 2006 crea el Festival Galego de Cabaré, un escaparate de música, danza y el teatro único en la península alrededor del cabaré que, este año, llega a su décimo aniversario y a su novena edición. Desde entonces genera sus propios montajes, casi una veintena, tanto en teatro de calle como de sala, siempre dando una vuelta de tuerca al género con un lenguaje y un sello muy particular. Entre ellas destacan Babel. Canto de Sirenas, Las Niñas Perdidas. Varadas, Caligrafias torcidas dun neno perdido, Máser class cabaret, y el espectáculo infantil Papiroflexias. O Asteroide de papel. En paralelo al trabajo de producción y de dirección se ha dedicado intensamente a la actividad formativa, impartiendo multitud de talleres y laboratorios de cabaré contemporáneo desde 2005. Actualmente prepara la edición del libro Pequeño Manual de las Artes Perversas, un tratado en teoría teatral sobre el cabaré contemporáneo Como cantante publicó en 2014 el disco Gharbo!, un trabajo para el cual contó con el apoyo del Centro Coreográfico Galego, así como otros grupos y artistas, donde se dan cita muiñeiras, jotas o incluso pasodobles con influencias actuales. Además, junto al gallego como idioma vehicular surgen sorpresas como una versión de Haize Egoa, de Mikel Laboa. |
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