En Brasil, una transexual de 25 años fue brutalmente torturada mientras sus verdugos lo grababan en vídeo. Su cuerpo apareció con 6 disparos. En Somalia un adolescente gay ha muerto lapidado. El juez dijo en su sentencia que la homosexualidad debe ser castigada con una “muerte dolorosa”. En Marruecos, una travesti fue linchada por una muchedumbre al grito de “Dios es grande”. El vídeo con la salvaje paliza circula por Internet. Cada semana, más de 10 lesbianas son violadas en Ciudad del Cabo para “curar” su homosexualidad. Sufren las llamadas violaciones correctivas, agresiones individuales o grupales que sus agresores a menudo terminan con palizas; en muchas ocasiones con la muerte. En este escenario de terror, el denominado Estado Islámico cobra un cruel protagonismo al publicar en internet vídeos en los que muestran cómo asesinan homosexuales ahorcándolos o lanzándolos al vacío desde las azoteas de edificios. Cuando no mueren al estrellarse contra el suelo, los cientos de personas que presencian y jalean las ejecuciones, terminan con ellos lapidándolos.

Dada la vergonzante inacción de la comunidad internacional ante el exterminio que gais, lesbianas y transexuales sufren en determinadas zonas del mundo, la única posibilidad que tienen de sobrevivir pasa por huir a los países que reconocen el derecho de asilo a las personas perseguidas por su orientación afectiva. España, gracias al gobierno del Partido Popular, es actualmente el único país del mundo “civilizado” que no garantiza este derecho recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, la Directiva Europea de Asilo… Así hasta 12 normas legales que el gobierno de Mariano Rajoy ignora deliberadamente a través de la infame reforma de la Ley de Extranjería.

La otra cara del drama que supone emigrar para poder amar y ser amado es la de esas personas que no puede dejar atrás sus vidas. Las lecciones que nos enseñan muestran un valor que termina de un auténtico plumazo con muchos de los prejuicios que existen en torno al colectivo LGTB. En castellano, todas las expresiones que pretenden insultarnos asocian nuestra condición afectiva con debilidad y cobardía; pero tras cada gay, lesbiana y transexual que ha perdido la vida defendiendo su derecho a ser felices, hay una historia de lucha que todos deberíamos reivindicar cada 28 de junio. En el imaginario colectivo, la valentía se ve representada por arquetipos como los de un marine con su M16, o un legionario con su Cetme. Pero, en Brasil, país en el que una transexual muere asesinada cada día, nada iguala el coraje que muestra cualquiera de ellas al salir a la calle llevando como una única arma, su dignidad.

Las historias de los que no pueden emigrar, desmontan otro de los prejuicios que aún anida en los homófobos, y es que entre dos hombres o dos mujeres no puede existir un auténtico sentimiento de amor. ¿Cuántos de ellos sacrificarían su vida por la persona a la que quieren? Mahmoud tenía 16 años, Ayaz 17. Podrían haber optado por ocultar sus sentimientos en un país como Irán, haber vivido una mentira… pero haber vivido. Sin embargo decidieron contar a sus familias que se querían. Fueron sus propios padres quienes les denunciaron a las autoridades. Al igual que en todos los crímenes anteriormente mencionados, los verdugos publicaron en Internet unas fotos en las que mostraban cómo terminó su juicio: murieron ahorcados. El objetivo de esta campaña mediática de terror es evitar la visibilidad LGTB en todos los países donde se nos persigue por nuestra condición afectiva y nuestra identidad.

De la misma forma que la foto que hicieron sus asesinos llegó a mis manos, desearía que la foto que acompaña este texto les llegase de vuelta. Quiere ser un homenaje a todas las personas LGTB que responden al odio con el valor y la honestidad con que lo hicieron Mahmoud y Ayaz. Va con un mensaje: lo que nunca conseguiréis matar es su amor.

Jose Estévez Garcia
jestevezg@gmail.com