Hace tiempo que por mi trabajo, dedicado a la protección a la infancia, creo que debería haberme acostumbrado a asumir que en el mundo, según UNICEF, hay 126 millones de niños huérfanos.
Acostumbrarme a entrar en un humilde orfanato de un país pobre y sentir que de pronto te rodean decenas de manitas negras sin que se me encoja el corazón. Pequeños niños huérfanos que mientras te llaman mama blanca te piden que les cojas en brazos con la esperanza de ser ellos en esta ocasión los elegidos para tener una familia. Pero no, no lo consigo, y una y otra vez me inunda una inmensa sensación de tristeza, rabia e impotencia porque esta realidad se siga consintiendo.
En muchos de estos casos los peques se encuentran afectados por diferentes problemas de salud, madres desnutridas sin ningún seguimiento médico durante el embarazo, falta de medicinas etc. Por lo que los niños heredan enfermedades de distintos tipos, siendo la más habitual el VIH.
Evidentemente si durante años no logras recibir tratamiento médico para una enfermedad, estás condenado a un final dramático. Pero si eres un niño que padece VIH la diferencia entre tener y no tener el tratamiento médico adecuado, está en morir antes de cumplir 5 años o VIVIR, y lo digo en MAYÚSCULAS, VIVIR una vida larga y normal.
Recuerdo como si fuera ayer, como en un orfanato en el que sólo viven niños con VIH, me explicaban las monjas que lo pusieron en marcha hace décadas y que al principio se trataba de una casita “para bien morir”, pues ese era el triste final para los niños afectados. Pero que con los años y los avances médicos esa casita tuvo que irse transformando rápidamente, pues no solo los niños no morían, sino que crecían y lo hacían sanos y felices, hasta el punto que varios de ellos eran brillantes estudiantes universitarios.
Las autoridades de un país donde se producen numerosas adopciones internacionales me comentaban que habían comprobado con tristeza que otros países Europeos adoptaban menores con VIH y sin embargo España no lo hacía nunca, pareciendo España un país “abierto de mente”, con una sanidad gratuita y siendo además el segundo país más adoptante del Mundo.
Estas mismas autoridades habían descubierto que en esos países europeos que adoptaban menores con VIH, sus organismos de bienestar social realizaban reuniones informativas con las familias adoptantes, médicos especialistas en la materia, testimonios de familias que han adoptado niños con VIH y los propios chavales afectados, rompiendo con esa rémora que arrastraban sobre lo que supuso hace la enfermedad hace 30 años y concienciando de que a día de hoy estos niños con su tratamiento son niños absolutamente normales.
España tiene a más de 33.000 familias adoptantes “atascadas y desesperadas” deseando poder ofrecer su hogar y su cariño a un menor que tanto lo necesita.
Por lo que sería absolutamente necesario que nuestras autoridades generaran los mismos programas informativos, pues cada vez que no informan a una familia adoptante de la realidad de lo que supone a día de hoy tener VIH le están quitando a un niño afectado una oportunidad de encontrar un hogar. Niños de aquí, pues miles de niños están llegando a nuestras costas solos en las pateras con VIH, y millones de niños que llenan los orfanatos en el “Tercer Mundo”.
No son números, son niños que, como Jorge hace un año y con sus escasos cuatro años, me agarraba de la mano mientras me enseñaba orgulloso su orfanato, y mirándome a los ojos me explicó muy serio que si yo era capaz de encontrarle unos papás que era lo que más quería, estaba dispuesto a tomar mucha leche para volverse blanco por si así era más fácil lograrlo. Creo que sobran más palabras.
Susana Morales Asociación Familia de Colores http://www.familiasdecolores.es |
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