La industria del porno tiene muchos fallos, y he hablado públicamente en muchas ocasiones de ellos. Pero hay que reconocerle que tiene una capacidad innegable para reponerse de sus propias catástrofes. Que el SIDA apareciera en plena ola de neoconservadurismo de los ochenta suponía, a priori, la tormenta perfecta contra el porno. “¡Estos malditos pecadores van a recibir su merecido!”, dijeron los neocon. Y sí, el SIDA se cobró víctimas entre la industria –la más célebre de las cuales quizás fuera John Holmes-, igual que lo hizo entre el resto de la sociedad. Pero han pasado treinta años desde entonces y la industria del porno, como las ETS, siguen estando aquí, aunque sus caminos ya no se cruzan necesariamente.

Para trabajar en cualquiera de nuestras producciones hay que dar negativo de clamidia, sífilis, gonorrea, HIV/SIDA o Hepatitis A, B o C. Sin excepciones. Los test se han convertido en estándares de la industria y ésta se paraliza ante un positivo. Y nosotros hemos elegido ir un paso más allá: nuestros actores eligen si quieren utilizar o no preservativo y nunca se les presiona para que no lo hagan, ni reciben un salario inferior si deciden usarlo. Y más aún: pese a esta elección libre, queremos subrayar siempre desde los créditos iniciales que hay que usar preservativo y someterse a pruebas regularmente, porque sabemos que a menudo no lo utilizan. Es, por tanto, nuestra obligación recordar que las fantasías son ficción, pero que las ETS son muy reales.

Cuesta aún muchísimo concienciar al consumidor de porno de que el uso del preservativo no tiene por qué interferir en el placer, por lo que yo he integrado los condones en las tramas de alguno de mis cortos, como por ejemplo en “Rush of the forbidden” o “Buddy friends with benefits”, en los que las parejas que practican el sexo claramente no se conocen bien, y utilizarían preservativo en una situación parecida de la vida real. Pero como industria es innegable que tenemos aún por delante el reto de hacer de la prevención algo sexy. De ello depende, literalmente, nuestra supervivencia.

Erika Lust (Estocolmo, 1977)
Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad sueca de Lund, se especializó en Derechos Humanos y Feminismo. Es directora creativa, guionista, productora, diseñadora y escritora. En su haber tiene la autoría de seis libros, desde Porno para Mujeres (2009) al más actual Cómo rodar Porno (2014). Como directora de cine, realizó su primer corto “He Good Girl“, de un total de cuatro que ha filmado en 2004. Madre de dos niñas y mujer multipremiada internacionalmente por sus películas, entre las que destacan Cinco historias para ellas (2007), Barcelona Sex Project (2008), Cabaret Desire (2012) o X- Confessions (2013 vol 1 y 2014 vol 2). Vive desde hace una década en Barcelona por el sol. Y allí ha creado su propia empresa Lust Films compañía de producción de cine adulto independiente, que también publica libros y revistas eróticas. Sus obras, dirigidas principalmente a un público femenino, exploraran la sexualidad con originalidad, dando una nueva perspectiva sobre el mundo monótono de entretenimiento para adultos. Se ha ganado un puesto en la élite del cine erótico mundial gracias a una delicadeza inédita en la pornografía. Considera que el cine pornográfico puede ser un instrumento educativo además de placentero, y que puede ayudarnos a conocer mejor nuestra sexualidad para vivirla más libre y naturalmente.