“Lo que no se nombra no existe. Y en el colectivo LGTB durante muchos años, ha costado trabajo nombrar la edad madura, la edad tardía, la tercera edad, la vejez, esa edad, por lo general, ignorada, discriminada, marginada, olvidada por toda la efervescencia que ha acompañado el largo camino hacia la visibilidad, la igualdad de derechos y el respeto social de los homosexuales, transexuales y bisexuales”. Eduardo Mendicutti.
Existen aunque no se les nombre, aunque ni siquiera se les vea. Las lesbianas mayores, los gais de esa edad que aterroriza, las personas trans aún más marginadas en su vejez, las bisexuales ignoradas… las personas mayores de nuestro colectivo existen, pero en buena parte son invisibles. Su invisibilidad es el resultado de una suma cruel de variados factores, de una acumulación de diversos prejuicios.
En esta sociedad ser mayor no está bien visto; además, aquellas personas que no responden a los cánones imperantes, quienes no pueden ser grandes consumidores, pasan a amontonarse indiscriminadamente en un grupo de gentes marginadas. Si la vejez aumenta considerablemente cualquier factor de vulnerabilidad, de discriminación, de posible marginalización, la orientación sexual/identidad de género se convierten con la edad en un factor que condiciona la calidad de vida de las personas LGTB y que afecta de manera determinante a su salud física y mental.
Sumemos a todo esto los prejuicios que la sociedad tiene respecto a lesbianas, gais, personas trans y bisexuales y añadamos también los prejuicios respecto a la vejez que existen especialmente dentro de nuestro propio colectivo: la invisibilidad y marginación de las personas mayores LGTB está servida.
Si hemos construido una sociedad que discrimina y margina, que incluso puede llegar a maltratar a las personas mayores, el colectivo LGTB ha construido una sociedad que es, en parte, aun más excluyente para la gente de más edad, una sociedad aun más basada en la exaltación de los valores de la juventud. Existe una fobia a la edad dentro de nuestro propio colectivo, en el que con demasiada frecuencia encontramos personas obsesionadas con el culto al cuerpo, ocupadas y centradas con una mirada demasiado miope en la juventud, como si nada de valor existiera fuera de ella, como si no hubiera otra vida posible más allá de la cuarentena, incluso de la treintena.
Ocurre también que nuestro colectivo ‘no ve’ a sus mayores ni valora, a veces ni conoce que han sido estas personas quienes con sus duras, durísimas historias personales, con su sufrimiento, han puesto los escalones por los que lesbianas, gais, transexuales y bisexuales hemos podido avanzar hacia las libertades y conquistas en derechos que ahora disfrutamos.
El látigo y la pluma de Fernando Olmeda o Redada de violetas de Arturo Arnalte, el documental Testigos de un tiempo maldito de Javi Larrauri, entre otras producciones, son obras de conocimiento obligado para poder llegar a comprender, para llegar a imprescindible una acción decidida en la atención especializada a lesbianas, gais, personas trans y bisexuales mayores, no solo para contribuir a su visibilidad, sino también y desde luego para llegar a conseguir sus derechos y su dignidad.
La existencia de la ley 13/2005, de modificación del Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, la ‘Ley de Matrimonio Igualitario’, conseguida gracias al empeño y la lucha de nuestro colectivo -ley tan peleada por la FELGTB y por la determinación de las organizaciones que la integran, ha facilitado mucho cualquier situación: el Matrimonio Igualitario permite cobrar pensiones de viudedad, seguros, acceder a la herencia etc.; Es una ley que ha cambiado de manera innegable la vida de nuestro colectivo. El Matrimonio Igualitario -la norma legal como fuente de autoestima y paraguas a todos los niveles-, es el cimiento para construir nuestra igualdad real en la que ahora tenemos que empeñarnos y contribuye a mejorar la situación de las personas mayores LGTB.
Pero, aunque nos encontremos en una posición envidiable si la comparamos con la del colectivo LGTB en otros países, nos quedan aún asignaturas pendientes. Una de ellas y muy importante, es la consecución de la protección de la dignidad y del respeto a las lesbianas, los gais, las personas trans y bisexuales en la vejez. Desde las asociaciones LGTB se hace preciso trabajar la realidad y la problemática de los mayores del colectivo, fomentando su asociacionismo, ofreciéndoles ámbitos agradables que sean espacios intergeneracionales para así llevar a cabo políticas inclusivas.
El movimiento LGTB tiene que acometer de manera decidida la tarea de atender y entender en su auténtica realidad a las personas mayores de nuestro colectivo, tiene que enfrentarse de forma constructiva con la realidad de su vejez, tarea delicada y que hay que afrontar teniendo en cuenta sus especiales y específicas peculiaridades.
No hay que olvidar que las situaciones y realidades de los mayores LGTB son muy distintas y deben ser tratadas de forma y manera adecuada a sus especificidades, pues abordamos situaciones vitales y discriminaciones diferentes, distintas realidades familiares, económicas, etc. Aunque hemos compartido durante décadas una misma situación de marginación y de discriminación legal, nuestras realidades y situaciones vitales están con frecuencia en las antípodas las unas de las otras.
Es perentorio incluir el tema de la vejez -de nuestra vejez, con sus especificidades-, en las agendas políticas de las asociaciones, fomentar los estudios sobre la realidad, las realidades de los mayores LGTB, exigir a las administraciones competentes políticas concretas antidiscriminatorias en razón de la edad, conseguir subvenciones y ayudas para programas destinados a estas personas. Es preciso conseguir el reconocimiento de las víctimas por orientación sexual/identidad de género por causa de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social (heredera de la anterior Ley de Vagos y Maleantes), organizar o coordinar encuentros, seminarios y eventos similares que aborden la problemática integral de los mayores de nuestro colectivo, respetando sus particularidades; igualmente es necesario incluir a las personas LGTB mayores entre las imágenes que los colectivos ofrezcan a la sociedad, promoviendo todo tipo de actividades conducentes a fomentar y potenciar la visibilidad y la igualdad de nuestros mayores.
Estos son algunos de los pasos que hay que dar, que se están dando ya en el activismo LGTB y que hay que incrementar por el bien de nuestro presente y de nuestro futuro, porque la vejez es, además de una realidad, un destino que nos iguala a todas las personas.
El tiempo no cuenta para nuestro autentico ser, para nuestra necesidad de amar, de vivir, de conquistar la ilusión, el derecho a la felicidad. Las personas mayores tienen, tenemos mucho que decir y la sociedad tiene mucho que aprender de ellas. Y el colectivo LGTB tiene muchos prejuicios que modificar.
Boti G.Rodrigo Responsable de Relaciones Institucionales de la FELGTB |
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