Este es el título de una película de espionaje ambientada en Moscú y en Londres cuyo estreno se avecina, codirigida por la escritora Shamim Sarif y su esposa Hanan Kattan. Hay una trama lésbica en su argumento, prometen, aunque no sea el tema central, como era el caso de sus multipremiados largometrajes anteriores, I Can’t Think Straight y The Worl Unseen. Coincidencia o intencionalidad, desconozco si habían reparado la oportunidad de su presentación cuando la actualidad viene cargada de personajes llenos de misteriosa atracción y poderoso empaque cinematográfico. Envuelta en un estilo modernizado de guerra fría internacional casi orweliana.

Aquí les dejo unas pinceladas de tres historias reales con mucho espía y pluma. Someto a consideración de quien siga leyendo estas líneas valorar si poseen o no entidad suficiente para rodar un metraje o, incluso, un ciclo completo de cine negro. Bien podrían Shamim y Hanan asumir tal proyecto.
La protagonista de la primera historia sirvió como analista de inteligencia en una base a las afueras de Bagdad, y filtró más de 700.000 documentos del Pentágono y cables del Departamento de Estado al grupo Wikileaks de Julian Assange para  demostrar que la decisión de EEUU de luchar en las guerras de Irak y Afganistán había devaluado “la vida humana” en ambos estados. Condenada por un tribunal militar a 35 años de cárcel al ser encontrada culpable de violar la Ley de Espionaje, robo y fraude informático, tras conocer la sentencia anunció su deseo de cambiar de sexo y ser llamada Chelsea en lugar de Bradley Manning, por sentirse mujer y desear ser así conocida. Esta transformación no la librará de cumplir la pena impuesta pero genera un nuevo elemento perturbador para la justicia norteamericana.  

Assange por su parte sigue desde hace más de un año refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres y ya es protagonista de una película dirigida por Bill Condon bajo el título The Fifth Estate, que abrió la XXXVIII edición del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF),el pasado cinco de septiembre.
 
La segunda trama tiene un nutrido grupo de personajes. Los principales lo constituyen un abogado constitucionalista y columnista del diario The Guardian, Glenn Greenwald, y la polémica cineasta Laura Poitras, fundadora de la Freedom of the Press Foundations. Son las dos únicas personas que han tenido acceso completo en 2013 a los archivos del programa de vigilancia masivo revelado por Edward Snowden. Al residir Laura en Berlín, para intercambiarse información de forma segura, utilizaban como correo al marido de Glenn, un joven brasileño de 28 años, llamado David Miranda. En su último viaje, regresando desde la ciudad alemana a Río de Janeiro, Miranda fue detenido durante casi once horas en el aeropuerto de Heathrow (Londres) y requisados todos sus documentos y aparatos electrónicos por Scotland Yard. La actuación de la policía metropolitana británica derivó en que el Congreso brasileño forzase a su gobierno a ofrecer protección policial a la pareja gay.

Por su parte, Snowden, el famoso consultor tecnológico estadounidense que fuera empleado de la Agencia Central de Inteligencia y de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, les ha ido revelando todo un entramado de vigilancia del Gobierno de EEUU. Según sus datos, la agencia habría usado todos los métodos a su alcance, desde la persuasión a la colaboración forzada de empresas hasta el robo de claves de encriptación y alteración de software y hardware para tener acceso a las comunicaciones privadas en la Web dentro y fuera de EE UU, con el fin de buscar conexiones con el terrorismo internacional. Revelaciones que provocaron un escándalo internacional. Huido a Hong Kong inicialmente, no consigue el apoyo chino, y acosado por la petición de extradición que pesa sobre él, vuela a Moscú y pide desde allí asilo político a diversos países. Durante días se ve obligado a permanecer en la zona de transito del aeropuerto internacional de la capital rusa a la espera de obtener un lugar donde poder dirigirse mientras se suceden complicaciones paralelas relacionadas con el caso dignas de atención. La más sonada, incumbe al presidente electo de Bolivia, que bajo sospecha de poder llevarle escondido en su avión al regresar de Moscú a La Paz, ve cómo Francia, Portugal, Italia y España le niegan sobrevolar sus espacios aéreos y hacer escala en ellos, por lo que debe aterrizar de emergencia en Viena, donde su aeronave es retenida durante horas por el mismo motivo. Un conflicto diplomático tan sorprendente como preocupante que llega a las Naciones Unidas.

El delator que rompió su silencio porque “en conciencia no podía permitir al gobierno de su país destruir la privacidad, la libertad en Internet y las libertades básicas de la gente de todo el mundo con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto”, encuentra ahora sosiego en Rusia tras serle concedido allí asilo temporal por un año, prorrogable a un segundo. Concesión del apodado Zar de la homofobia, el presidente ruso Vladimir Putin. Se da acogida a un espía, a quien se ve como defensor de la libertad en el mismo país que promulga una ley que prohíbe casi a la par la ‘propaganda homosexual’. El odio se extiende por todos los rincones de la sociedad rusa. El jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa considera la igualdad en el matrimonio una “señal del Apocalipsis.” Marineros rusos atacan a manifestaciones LGTB que protestan contra la ley; y grupos de  matones se hacen pasar por adolescentes en Internet para atraer a jóvenes homosexuales a citas que derivan en tortura y humillación publicitada en la Red a modo de películas snuff con muertes reales. Boicot al vodka  en bares y discotecas de países anglosajones, pintadas de pasos de cebra con el arcoiris frente a las embajadas rusas, manifestaciones de repulsa en lugares de todo el mundo e, incluso durante la celebración de los Mundiales de Moscú deportistas se posicionan a favor y en contra, con beso en los morros incluido de dos de atletas femeninas rusas en el podio. ¿Actuará Snowden también en conciencia contra sus actuales protectores en aras a defender los derechos de personas LGTB, incluso de aquellas en las que le ha se ha apoyado durante su trama?

La tercera y última de las tramas tiene por escenario principal el Vaticano. Comienza con la renuncia del anterior pontífice, Benedicto XVI tras recibir un extenso informe sobre la fuga de documentos robados de su despacho (el llamado Vatileaks), cuyo contenido sería demoledor al evidenciar luchas de poder, malversaciones económicas, y relaciones homosexuales.

La existencia de un lobby gay fue plasmada previamente en la prensa italiana. En concreto se desveló la existencia de seminaristas que se prostituían y de un miembro de un coro vaticano que ejercía como proxeneta. La historia tenía como protagonista a Angelo Balducci, entonces presidente del Consejo Nacional italiano de Obras públicas. Estaba siendo investigado por corrupción y los jueces le pincharon el teléfono.

De este modo descubrieron que hablaba con frecuencia con un miembro del coro de la Reverenda Capilla Musical de la Sacrosanta Basílica Papal de San Pedro en el Vaticano; un nigeriano llamado  Chinedu Thiomas Eheim. que le ofrecía servicios sexuales con jovencitos, seminaristas incluidos. Los encuentros sexuales, según aseguraba La Repubblica, citando la investigación judicial,  tenían lugar en una villa a las afueras de Roma, en una sauna, en un centro estético, en el propio Vaticano y en una residencia universitaria, el domicilio en Roma de Marco Simeon, un joven de 33 años que ha acumulado un enorme poder y que hasta hace poco fue director de Rai Vaticano.

El sucesor del papa Benedicto, el Papa Francisco designó a monseñor Battista Ricca, en un cargo clave del Instituto para las Obras de Religión (IOR), con la misión de limpiar de corruptelas el llamado “Banco” del Vaticano. Institución que en los últimos años estuvo en el centro de escándalos por operaciones financieras sospechosas. Lo que el Papa no conocía eran las turbias denuncias que Ricca acumuló durante su vida anterior en Montevideo, según una investigación de la revista italiana L’Espresso. Ricca llegó a Uruguay en 1999, cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. Llegó acompañado por Patrick Haari, un capitán de la armada de Suiza al que había conocido en Berna. “La intimidad de las relaciones entre Ricca y Haari era tan abierta que escandalizaba a numerosos obispos, sacerdotes y laicos de Uruguay”, publicó L’Espresso. De hecho, el nuncio Janusz Bolonek, “encontraba el asunto intolerable e informó a las autoridades vaticanas”. Aunque tales denuncias no tuvieron consecuencia alguna, según la revista.

El papa argentino mantiene aún su apoyo a Ricca pese al escándalo y, como no hay mejor defensa que un buen ataque, condenó al llamado lobby gay durante una conferencia de prensa improvisada, también en un avión con origen ahora en Brasil, en la que recalcó que no pretendía “juzgar” a los homosexuales. “Mientras que los actos homosexuales son pecaminosos, la orientación homosexual no lo es. El problema no es tener esa tendencia, sino constituir un lobby. Ese es el asunto más grave para mí. Si una persona es gay pero busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, comentó ante los periodistas.

Óscar Arroyuelo
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